50. Unas últimas palabras

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La madre de Alice frunció el ceño confundida cuando abrió la puerta y me vio, pero pronto esa expresión se vio complementada por una afectuosa sonrisa que me costó replicar. Ella siempre había sido muy agradable conmigo, al igual que su padre, pero había imaginado que ese cariño que me tenían podría haber cambiado durante los últimos meses. Su recibimiento sólo me hizo creer que Alice no les había hablado de mi, ni de nuestra relación con el resentimiento que esperé; porque sabía que ella le contaba todo a sus padres, no me sorprendería que supieran de Marco y de su encuentro con Alice.

-Me alegra verte.- sonrió mientras me hacía pasar, no pude escuchar rencor en su voz.

-¿Cómo ha estado?- le pregunté.

-Muy bien, gracias.- dijo dándome un corto abrazo.-Alice está en su habitación, sólo sube.- me dijo haciendo un suave ademán hacia las escaleras.

-Gracias.-

-Iré a ver como va la cena.- anunció.-Es tarde, puedes quedarte si quieres.- me ofreció.

Asentí distraído mientras observaba las curvas de la escalera y ponía mi mano sobre la baranda sin siquiera darme cuenta del momento en el que me encontré solo. Tamborileé los dedos por unos segundos antes de reunir el ánimo necesario para subir, y cuando lo hice me encontré con que las manos me cosquilleaban y que sentía una especie de presión en las sienes.

La puerta de la habitación de Alice se encontraba abierta, como la gran mayoría del tiempo, por lo que me asomé cautelosamente y me apoyé en el marco al ver que ella me daba la espalda. Estaba hincada en el piso, observando el contenido de una caja de cartón y rebuscando en su interior; cuando sacó las manos vi que sostenía álbumes de fotografías y supuse que estaba en medio de una limpieza de verano.

Le di unos suaves golpecitos a la madera para llamar su atención y suspiré al ver que me observaba de la misma forma que su madre, confundida pero contenta. Dejó los álbumes sobre la alfombra para levantarse, pero en vez de ir hacia mi se sentó a los pies de la cama y simplemente me contempló a la espera de un movimiento.

-Tenemos que hablar.- dije entrando y cerrando la puerta tras de mi.

-Creí que ya no querías hablar.- respondió, muy acertadamente.-¿O será que en verdad no sabes lo que quieres?- agregó, provocativa.

-No estaría aquí si no lo supiera.- respondí.

Mi cerebro y su inclinación hacia la lógica me estaba diciendo que fuera claro y directo, que dijera lo que venía a decir y saliera de allí rápidamente. Pero la parte de mi que continuaba guardando un cariño especial por ella no me lo iba a permitir, esa parte quería que me diera el tiempo que fuera necesario para terminar con todo de la mejor forma.

Me deslicé los dedos por el cabello algo contrariado y fui a sentarme junto a ella. Fue algo que ninguno de los dos estaba esperando, y cuando lo hice lo que surgió por fuerza de costumbre fue que nos miráramos a los ojos e hiciéramos el amago de acercarnos. Una acción que se vio interrumpida debido a que ambos eramos más propensos a pensar antes de hacer algunas cosas.

-Tengo la sensación de que nada de lo que digas va a agradarme.- comentó examinando mi rostro con atención.

-No hemos estado muy de acuerdo últimamente.- acepté.

-Ni que lo digas.- suspiró.-Pero sostengo todo lo que he dicho, no digo cosas en las que no creo.- precisó.

-Estoy seguro.- asentí.

Alice me acompañó asintiendo, mirándome con intriga en sus ojos grisáceos. Se veía calmada y en control de sus emociones, sin embargo había un apenas perceptible filo en sus rasgos que me indicaba que estaba atenta en caso de que esta conversación se convirtiera en una discusión. Era sensato, pues yo también me sentía en la fina línea entre el diálogo y la disputa.

La Primera RupturaWhere stories live. Discover now