27. Relaciones platónicas

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Mi brazo no se sentía como antes. Al principio se sentía como si mis músculos se hubieran puesto más rígidos, como si estuvieran tensos a cada momento, pero gracias a kinesioterapia esa sensación había comenzado a disminuir. Los doctores de la universidad me había evaluado positivamente, pero aún así decían que no estaba listo para exigirle demasiado a la extremidad y eso significaba que la titularidad en el equipo seguía siendo una meta lejana.

De todas formas estaba sentado sobre el pasto del campo, tomándome un pequeño descanso mientras los demás continuaban con los ejercicios, era el beneficio de estar lesionado. La maldición era que el entrenador Sanders me monitoreaba constantemente, como si creyera que en cualquier momento el brazo iba a soltarse de mi cuerpo y caer al suelo. Obviamente eso no sucedería porque no lo usaba mucho, pero apreciaba la preocupación.

-¿Te sientes bien?- me preguntó el hombre.

-Sí.-

-¿Te duele cuando lo levantas?-

-No.-

-¿Te duele cuando lo bajas?-

-No.-

-¿Te duele cuando lanzas la bola?-

-No.- negué.-Bueno, a veces.- confesé.

-¿Haz estado siguiendo la rutina del doctor?-

-Sí.-

-¡Excelente!- exclamó dando un aplauso.-Sé que odias no hacer nada, así que da unas rondas alrededor del campo, ya vamos a terminar.- dijo.

Comencé a trotar con la vista al frente, escuchando las voces del entrenador y de los chicos, distrayéndome de vez en cuando con sus comentarios. Hablaban acerca del campeonato que se acercaba, pues en menos de cuatro meses nuestro equipo se enfrentaría al resto de las selecciones universitarias de béisbol y si no ganábamos correría sangre el próximo año.

Me preguntaba si para cuando llegara el momento iba a encontrarme en buenas condiciones. Mataría por ser parte del equipo titular y jugar en el campeonato, pero no quería ser estúpido y participar con un brazo en rehabilitación, eso podía costarnos la victoria y deseaba estar allí para ganar.

No llevaba ni quince minutos trotando cuando el entrenador dio la practica por finalizada, por lo que fui en dirección a los casilleros a paso rápido. Sentía el cuerpo acalorado, mis pulmones respiraban el aire frío del exterior sin esfuerzo, pero dentro me sentí algo sofocado ante la calefacción del lugar. Me quité la camiseta con cierta impaciencia al entrar y la usé para limpiar parte del sudor, luego la lancé dentro de mi casilla y comencé a quitarme las zapatillas.

-¿Qué tal el brazo?- preguntó Matt junto a mi, rebuscando en su bolso.

-Mejor.- dije por toda respuesta.

-¡Escuchaste, Marco!- gritó, porque Matt siempre gritaba cuando estaba con los chicos.-¡Está mejor!-

-¿Estás seguro que no eres tú el que quiere que Marco y yo compitamos por el puesto?- le pregunté.

Miré por sobre mi hombro, consciente de que el casillero de Marco estaba frente al nuestro, y lo vi de brazos cruzados y con el torso desnudo, su toalla colgaba de uno de sus hombros. Nunca antes me había sentido incomodo de estar medio desnudo entre mis compañeros, pero ahora era inevitablemente diferente. Era molesto y a decir verdad comenzaba a arrepentirme un poco de haber vuelto al equipo tan pronto.

-Creo que sólo quiere drama.- comentó él cerrando su casilla.

-Hablando de drama...- dijo Matt.

La Primera RupturaWhere stories live. Discover now