9. La niña de papá.

Start from the beginning
                                    

-Invítala a quedarse siempre que quieras linda, debe estar cansada de quedarse sola en casa-continuó papá.

Se preocupaba por ella, porque tuviera compañía y encima se quejaba de su irresponsable papá. Se preocupaba por Ryan, por darle un techo y por mantenerse comunicado con él. ¿Y a Seth y a mi? Que nos comiera el tigre.

-Claro, olvidaba que la casa ahora es un hotel.

No noté el impacto de mis palabras hasta que recibí el codazo de Seth en mi costado. Alcé los ojos de mi plato justo para encontrarme con la mirada entré incómoda y sorprendida de Ryan. Cerré los ojos siendo consciente de cómo había sonado aquello en realidad.

-Lo siento-carraspee.

-No seas mezquina-el tono de papá era duro.-Lamento si tienes algún problema con Ryan pero esta es su casa tanto como tuya.

-No tengo ningún problema con Ryan-Bueno, ninguno importante la verdad-Tengo problemas contigo.

Escuché a Seth atragantarse con lo que estaba comiendo. Ryan le dio su copa de agua cítrica y mi hermano la aceptó con apuro.

-¿Me he perdido algo?-papá me miraba de una forma... extraña. No conocía esa mirada, jamás la había usado conmigo.

-Si, los últimos ocho años, a decir verdad-aparté el plato y me levanté con tranquilidad, tratando de no hacer más grande aquel espectáculo. Odiaba la confrontación innecesaria, pero aquello tal vez si debía decirlo-Si querías echarnos un vistazo bastaba con una llamada por Skype, no hacía falta sacarnos de Texas.

-Bien, oigan, podemos hacer esto después. Tal vez mañana cuando...-Seth se levantó junto a mi intentando apaciguar la situación, algo que tampoco era típico de él.

-No-lo paré-Perdona la "mezquindad" papá. Tal vez sea porque extraño a Mamá, a tía Lucy, a Ty, a Esteban. Ya sabes, todos aquellos con los que si tengo una relación de verdad. Muchas gracias por tu hospitalidad y por tu grandiosa mansión pero no los quiero. Llámame mezquina pero prefiero llegar a casa y contarle mi día a mamá que estar aquí buscando algo en que ocupar la mente rodeada de comodidades y esos bombillos coloridos de mal gusto.

Lo último no venía ni al caso, pero lo saqué de todas formas.

-Con permiso-atravesé la habitación y salí de allí. Me sentía como una niña berrinchuda y la frustración comenzó a crecerme como un nudo en la garganta mientras subía las escaleras.

Dejé que las pocas lagrimas que retenía se deslizaran por mis mejillas e hice lo que debí hacer en el momento en que atravesé la puerta.

Me tiré en la cama y dormí por fin.


El constante tintineo de mi teléfono logró despertarme una vez más. El brillo de la pantalla me hizo achinar los ojos y me obligó a levantarme para encender la luz de la habitación. Revisé el condenado aparato solo para darme cuenta que el autor del alboroto era Esteban. Al parecer había peleado con uno de los chicos de la escuela y en consecuencia comenzaron a correr unos rumores bastante feos sobre él y un maestro.

Esteban:

...

Ni siquiera es un maestro guapo.

Sonreí ante aquello. Claramente debía organizar su lista de prioridades a la hora de preocuparse.

Yo:

No creo que eso importe, bobo

Esteban:

A mi si me importa. Ahora todos piensan que tengo los estándares por el piso.

VIVIENDO CON EL ENEMIGO (En edición)Where stories live. Discover now