—¡No quiere luchar! Piensa dejar a Sayuri con esa... ¿por qué no ve que estamos aquí... que estoy aquí?

El inglés bufó y negó llevando la mirada al cielo.

—Porque piensa que al final es él contra el mundo...

Sorine sintió una profunda decepción al pensar que tal vez todos esos meses habían sido una falacia de la que apenas estaba despertando.

Sorine sintió una profunda decepción al pensar que tal vez todos esos meses habían sido una falacia de la que apenas estaba despertando

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

Nadie sabía lo que Izan hizo la noche en que su padre murió. Nadie excepto la persona que estuvo con él.

Era uno de esos recuerdos que bloqueó cuando salió de Australia. En su mente, la actitud de la mujer que llamaba madre era un acto meramente bipolar, pues años después, cuando más la necesitó no estuvo. Sin embargo, bien le decía que cuando tuviera sus propios hijos entendería su actuar, ya que el castaño empezó a asimilar lo que la matriarca Moore le quiso enseñar al pasar al papel de espectadora.

No supo cómo ni cuándo, solo se perdió en esa familiar caricia sobre su cabello y en el olor de la mujer que una noche, hacía ya muchos años, le cantó mil veces para aligerar el dolor del duelo.

Tenía los ojos cerrados y respiraba de manera apasible, no estaba dormido, pero se sentía ligeramente relajado; como si estuviera sobre una nube esponjosa observando su vida que por unos momentos se había quedado en pausa.

Su madre tenía ese don: Pausar la vida con solo una caricia.

Supuso que era tarde, pues ya no asomaba nada de luz a través de sus párpados y a lo lejos podía escuchar el cantar de un grillo. Casi no se percibían autos en la calle y los vecinos finalmente habían dejado de alegar sobre quién sacó al gato. Así de silencioso estaba su hogar.

Suspiró y finalmente abrió los ojos, oscuridad lo recibió.

—¿Siempre supiste dónde estaba? —Se aventuró a preguntar.

La caricia sobre su cabello no se detuvo, ni siquiera cuando Yelena decidió contestar.

—Desde que diste un paso fuera de la casa.

—¿Thiago sabía? —susurró.

—No; obviamente le pedí que te mantuviera cerca, pero jamás supo qué te estaba cuidando desde Australia —respondió de manera sincera.

El castaño suspiró y volvió a cerrar los ojos. Tragó pesado y pensó antes de volver a hablar.

—¿Crees que deba dejarla con Lara? —cuestionó en voz casi inaudible sintiendo el latido de su corazón acelerarse y retumbar hasta su cabeza.

Silencio lo recibió y levantó los párpados pensando que su madre le estaba diciendo, sin palabras, la respuesta; sin embargo, la mujer se movió un poco antes de contestar.

—Eso sólo tú lo puedes decidir, Ethan —masculló—. Pero no quiero que lo hagas con los miedos entorpeciendo tu razonamiento.

Izan frunció el ceño y se incorporó para ver a su madre a la cara. Ella, por su lado, movió con ternura el cabello color chocolate que había caído sobre su frente.

Ella, tú y yoWhere stories live. Discover now