Capítulo 36

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Había perdido la noción del tiempo y de paso se aprendió uno que otro patrón en el techo de su vehículo.

Parpadeaba y suspiraba de vez en vez. Los ruidos del exterior eran lo único que se escuchaba y no se había movido de posición desde que regresó al hospital. Probablemente su cuello resintiría la posición, pero no le importaba, en realidad no podía dejar de ver el gris sobre su cabeza pensando en que así se percibía su vida desde que terminó con el hombre que amaba.

Se sentía vacía, ya ni lágrimas podía derramar porque todas se le acabaron en el trayecto de regreso.

Pero no se arrepentía, si bien amaba a Izan con todo lo que era, no podía seguir permitiendo que jugara así con su relación. Porque cada que podía le recordaba que ella no era familia y eso le dolía. Sabía que no lo hacía a propósito, que la situación estaba nublando su buen juicio, pero eso no justificaba su actitud.

Suspiró sabiendo que debía regresar al hospital para ver cómo estaban Paige y Naím; ahora sus amigos eran prioridad, no podía hacer más por Izan y Sayuri; su ex novio ya tenía todo para luchar por la bebé y solo él podía actuar.

Su ex...

Sintió un punzante dolor en el pecho a la par que jadeaba, ahí iba de nuevo a llorar.

Cerró los ojos con fuerza y puso las manos sobre su rostro. Estaba agotada en todos los sentidos, sentía que se iba a desmoronar en cualquier momento y que nadie podría sostener su caída.

Inhaló varias veces y trató de callar los gemidos de tristeza. Necesitaba ser fuerte; aún tenía que ver a sus amigos, hablar con su hermano, ver cómo iba la situación con Mao, hablar con Thiago para que fuera a buscar a Izan; tenía mucho qué hacer, no podía llorar más tiempo.

Con ese pensamiento en mente exhaló aire con suma lentitud antes de frotarse los ojos. Luego movió el retrovisor de su vehículo y revisó su rostro. Aún estaba roja, sus ojos se veían hinchados pero bien podría adjudicar su imagen a todo a lo que vivió hacía unas pocas horas.

Regresó el espejo a su postura original y tras soltar un fuerte y muy sonoro suspiro, abrió la puerta de su auto y salió de este para encaminarse al hospital.

Mantuvo la cabeza en alto e intentó no recordar lo que terminó. Practicó en su cabeza la plática que sostendría con Thiago y fue tanta su enajenación que levantó las cejas con sorpresa cuando se encontró frente a las puertas automáticas del lugar. Ni siquiera percibió lo que caminó para llegar.

Observó su reflejo en los vidrios y mordió su labio antes de brincar sintiendo un pulsante dolor. Por un momento olvidó lo demacrada que estaba su boca. Las puertas se abrieron frente a ella y no pudo evitar voltear a ver a quien fuera que estuviera saliendo. Cierto inglés llevaba su celular al oído mientras daba instrucciones sobre pagos y contratos.

Cuando sus ojos se encontraron, ella se mantuvo impasible creyendo que se veía normal, incluso se obligó a sonreír, más no se dio cuenta que en realidad tenía un gesto lleno de tristeza que provocó que Thiago frunciera el ceño.

La castaña regresó la mirada a la puerta que se había cerrado detrás del empresario y permaneció en la misma posición sin hacer ningún intento por entrar al hospital.

—¿Sorine? —la llamó el inglés al acercarse sintiéndose contrariado por su actitud.

—¿Sabes cómo están Naím y Pai? Me tuve que ir y no supe si ya hablaron; el idiota de mi amigo puede ser un cabeza dura cuando quiere, tal vez debí llevarlo de la mano como niño chiquito... —Estaba balbuceando y lo sabía, pero se sentía ajena a su entorno, como un globo que estaba a punto de explotar bajo tanta presión.

Ella, tú y yoWhere stories live. Discover now