Capítulo 18

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El silencio se hizo abrumador, pero lo que más aterraba a Izan era que no podía apartar la mirada de esos orbes azules que lo estaban absorbiendo como cada día lo hicieron durante los tres años que estuvieron juntos.

Afortunadamente, la chica bajó la mirada a la carreola que le daba la espalda y eso fue suficiente para que él despertara.

Empuñó con fuerza el manubrio y se juró que no giraría a Sayuri bajo ninguna circunstancia.

—¿Es... ? —preguntó Lara en un hilo de voz.

—¿Qué haces aquí? —espetó él viendo a su hija quien lo miraba con curiosidad.

Escuchó un suspiro pero se negó a voltear, no caería bajo el hechizo de su ex.

—Yo... —De reojo la vio girar la cabeza en dirección a la escuela y sintió una opresión en el pecho, ¿acaso estudiaba ahí?—. Me mudé hace unas semanas, mi esposo está en tratos con una empresa local y...

Orbes ambarinos la vieron con confusión y ella bajó la mirada un tanto ¿avergonzada?

—Lo lamento, eso fue brusco... No debiste enterarte así, lo siento mucho —musitó la chica.

Izan volvió a mirar a su hija que mordía a Wippi ajena a quien estaba detrás de ella. Su corazón latía tan rápido que por momentos le costaba respirar; tenía la fuerte necesidad de alejar a su hija, de protegerla del pasado.

—No es mi asunto —susurró—. Debo irme —concluyó.

Le dio la espalda al sostener el manubrio de la carreola y se dispuso a alejarse yendo del lado contrario de la universidad. Su mente estaba llena de pensamientos revueltos que no tenían lógica.

—Espera, Ethan... Tengo que decirte tantas cosas y siento que esta es la oportunidad que la vida me está dando —exclamó la chica con desesperación.

Izan cerró los ojos odiando que lo llamara por su nombre real, pero detestaba más que su cuerpo no se pudiera mover dada la petición de su ex.

Se sentía como ese títere al que manipuló por tanto tiempo.

—No hay nada que decir, Lara —masculló suspirando.

Sintió como la chica puso una mano en su espalda y se tensó, al girar la cabeza la encontró a su lado viéndolo de esa manera que conocía a la perfección: con un puchero que acompañaba unos ojos vidriosos.

—Lo lamento, todo lo que pasó entre nosotros, actué mal y no hay día en el que no me arrepienta de ello —susurró ella sin desviar la mirada de sus orbes ambarinos. Izan abrió la boca pero su ex negó—. Y no, no vengo a quitarte a... —Bajó la mirada y observó a la pequeña que la veía de manera curiosa, una diminuta sonrisa se formó en sus labios—. Nuestra hija.

El castaño empuñó con fuerza el manubrio.

—Me cuesta creer eso —gruñó y cerró los ojos negando un poco. Su ex sacaba su peor lado, así que trató de controlarlo—. No importa, debo irme —insistió.

Lara asintió una vez y colocó su mano sobre el brazo del castaño provocando que todo su cuerpo se erizara, deseaba con todo su ser que la chica no se diera cuenta de lo que aún le causaba.

—Está bien, solo necesito pedirte una cosa...

Izan la vio incrédulo e hizo una firme línea con su boca mientras Lara caminaba para ponerse en cuclillas frente a la carreola y ver a su hija.

Si pensaba pedirle que le permitiera ser parte de sus vidas, estaba loca.

Su ex ladeó la cabeza mientras Sayuri la veía con curiosidad e Izan se tensó cuando la chica llevó una mano a la mejilla de su hija y la acarició con aparente ternura. La bebé no hizo mucho, se limitó a morder a Wippi pero no dejaba de ver a la mujer frente a ella. Lara subió la mano y tocó el cabello de la bebé mientras sonreía.

Ella, tú y yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora