Capítulo 10

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—Tranformarte en frente de ella después de todo lo que había pasado... ¿¡en qué estabas pensando!? –escuché como una voz femenina susurraba con reclamo a mi alrededor.

Poco a poco abrí los ojos y visualicé las personas que estaban en la habitación; Eliza, Athan, Colin, Alessandro y su madre.

Mi luna –Alessandro se acercó a mi y yo retrocedí. Le miró triste, y juro que podía sentir como le dolía mi rechazo.— yo... no sé qué decir –dejó caer los hombros en señal de derrota.

—¿Qué tal si sales de la habitación, Ale? –sugirió su madre, aunque más bien sonó como una orden.

—Eh... si, claro... si me necesitan estaré en mi habitación –me dió una última mirada y se fue.
Me sentía vacía sin él, era como si todo mi ser lo necesitara.

—¿Cómo te sientes? –preguntó Eliza con cautela.

—Algo adolorida –tenía la voz rasposa. Me dolía el cuerpo y la cabeza me daba punzones.

—Ten, bebe esto –Cassandra me pasó un vaso de agua.— ¿quieres algo más? ¿Tienes hambre? ¿Necesitas más sábanas? ¿Un masaje?

Le sonreí con agradecimiento a su preocupación, parecía a mi madre.

—Estoy bien, gracias.

—¿Qué recuerdas de anoche, Artemisa? –preguntó Athan.

—Athan, no es momento –lo reprendió su madre.

—No, está bien –hablé.

—Boberías –Cassandra abrió la puerta.— vengan chicos, Arte necesita descansar.

Colin me regaló una sonrisa para luego seguir a su madre.

—Volveré a verte más tarde –Eliza besó mi frente.

—Y yo también, ni creas que te vas a librar de mi –Athan bromeó.— descansa.

—Nos vemos –dije y la puerta se cerró.

Miré la pared y repasé mentalmente una y otra vez lo que sucedió anoche, el lobo marrón que intentó matarme, el blanco que me protegió... y el negro que resultó siendo Alessandro. Lo vi con mis propios ojos y no lo creo, es que es imposible, no existen los hombres lobo, todo es una alucinación de el golpe en mi cabeza.

Me miré en el espejo y es que esto tampoco me lo creo, no tengo ni un solo rasguño, como si nada hubiera pasado, sin embargo mi cabeza duele y mi cuerpo también.

Habían pasado alrededor de dos horas desde que desperté, y todo ese tiempo los recuerdos volvían como películas, por más que quiera convencerme de que nada fue real, no puedo hacerlo del todo. Y me asusta, tengo miedo de todo esto... lobos, ¡por Dios! Lo más cerca que había estado de algo parecido a un lobo fue cuando un vecino me dejó acariciar su Husky siberiano... hasta que apareció el lobo negro para salvarme la vida de ese violador. Me protegía y me hacía sentir segura cuando estaba con el, quizá es porque naturalmente todos nos espantamos a lo desconocido, pero algo que es seguro es que el nunca me haría daño.

Salí del cuarto y abrí la puerta de su habitación, el estaba apoyado en el ventanal con los brazos tensos, me preocupó que el cristal se rompiera y el se hiciera daño.

—Deberías estar descansando –dijo con voz trémula.

—Debería, pero necesito respuestas.

Se dió la vuelta y seguía con la mirada triste, me dolía el corazón.

Acorté la distancia y lo abracé, quería sacar todo el dolor que tenía dentro, que vea que no le tengo miedo.

Tardó unos segundos para reaccionar y responder a mi abrazo, amaba su olor.

ChalcedonyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora