Capítulo 3

16K 1.4K 694
                                    

—No, fue mi culpa, no veía por donde iba –continué.

—Si a eso vamos, también fue mi culpa, yo tampoco me fijé –dijo relajada.

—Bueno, es culpa de ambas entonces –bromeé.

Sin duda alguna estaba frente a la chica más hermosa que había visto en mi vida, parecía un ángel, y no, no estoy exagerando. Tenía el pelo negro, y los ojos azules, la piel blanca como porcelana y una hermosa sonrisa. No soy lesbiana, pero si me pide un beso no me niego.

—Pues lo es –rió.– perdona, ¿tienes mucho tiempo viviendo aquí?

—Toda mi vida –contesté. Ella asintió.

—Es que me mudé recientemente y no conozco nada del lugar, estaba turisteando antes de chocar contigo –rió.— ¿sabes si este lugar tiene alguna cafetería donde vendan malteadas bien ricas? Yo invito –agregó rápidamente.

—Claro, si quieres te guío, no se dar direcciones –ella asintió y caminamos en dirección al establecimiento.

—Me llamo Elisa, por cierto –dijo amable.

—Artemisa –dije de vuelta.

Al perecer hoy era el día de encontrarme con personas desconocidas extremadamente bellas. Decidí acompañar a Elisa porque no percibí ninguna vibra extraña de su parte, vamos, la chica era un sol, además de que ha de ser incómodo y difícil adaptarte a una ciudad donde no conoces a nadie, quería servirle de ayuda.

Mientras caminábamos le decía a Elisa donde estaban los locales importantes, como la farmacia, el centro comercial, el hospital, y sitios así. Uno nunca sabe cuando tendrá una emergencia.

Ya había anochecido, pero esta vez no me preocupaba, el camino hacia mi casa no era tan largo y había mucha gente por doquier. Cuando llegamos al lugar nos sentamos en una mesa cerca de la ventana, ambas pedimos malteadas de fresa y pay de frambuesa.

—Y bien, Artemisa, háblame de ti –fue la primera en hablar.

Enmudecí. ¿Por qué demonios siempre me quedaba en blanco cada vez que tenía este tipo de conversaciones? Las odiaba.

—Honestamente no se que decir –dije sincera. Ella rió.

—Vale, pues yo te hablaré sobre mi –hizo a un lado su cabello.— ¿notas que tengo acento al hablar, cierto? –asentí.— es italiano –levanté las cejas.— mi familia y yo vinimos a vivir desde Italia hasta aquí.

—Mis padres también son italianos –comenté. Ella me miró.

—Oh, súper, ¿has ido a Italia? –negué.

—Nunca, pero me gustaría.

—Tienes que ir, es un lugar maravilloso, tiene problemas, sí, como cualquier otro, pero eso lo le quita la belleza y la magia –sonrió.

—¿Por qué dejaron Italia y se vinieron para acá? –pregunté.— Si se puede saber, claro –añadí rápidamente.– es que no todos los días una familia deja Italia para mudarse a una ciudad tan ordinaria como Fairhope.

Sinceramente me desconocía, hablar con extraños no era nada propio de mi, no obstante, por lo poco que he hablado con ella ya me cae bien, y caerme bien a mi es un reto muy grande, no es que sea odiosa, es que no se me da muy bien hablar con la gente. Además, Elisa se ve buena persona y parece divertida.

El mesero trajo nuestro pedido y empezamos a comer.

—Dios, si pudiera casarme con esta malteada lo haría ahora mismo –reí ante sus palabras.— y bien, nos mudamos aquí porque estábamos cansados y aburridos de nuestra rutinaria vida, y queríamos intentar algo nuevo.

ChalcedonyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora