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Demiurgo estaba en su castillo, el anhelaba a alguien quien cuidar, anhelaba lo que sus hijos vampiros tenían, una amor verdadero, sabía que en algún momento ese verdadero amor llegaría a su vida, Mairk un día le digo, que en algún momento de su vida el amor que necesitaba llegaría a su vida y el estaría preparado para ese momento, aún recuerda los momentos en que cuido de aquella pequeña y escurridiza Diosa, Mairk era muy tierna de pequeña, él siempre estaba al pendiente de ella, lamentaba profundamente su muerte, el insistió en que Artemisa fuera quitada de su puesto, que fuera degradada, nadie lo siguió con la idea, el al igual que Arterina y Orión querían que la impertinencia de aquella diosa fuera castigada, extrañaba su pequeña Mairk, él había encontrado la felicidad en el cuidado de la joven diosa, aun recordaba el día que la conoció.

Eran un día como cualquier otro en el Olimpo, estaban todos los dioses reunidos, después de tanto tiempo conocerían al ser supremo, cuando las trompetas sonaron una pequeña niña salió corriendo y detrás de ella una joven, ella corría portada la estancia riendo, los dioses estaban desconcertados al ver a la pequeña, ella no tenía preocupaciones, hasta que la pequeña se calló y lloro, la tierra empezó a temblar, demiurgo se acercó a la niña y le sonrió.

-hola pequeña- dijo el –te duele mucho-la niña asintió –mira, pondré mis manos en tu rodilla y veras magia ¿te gusta la magia? –la pequeña niña asintió con la cabeza entusiasmada, el hizo lo que dijo y una luz salió de la rodilla de la niña dejándola como si nada hubiese pasado –listo pequeña.

-gracias –se puso de pie y lo abrazo, el quedo fascinado con la pequeña –pueles hacel mas magia.

-Mairk – la joven que estaba a su lado la –eso no se dice – el rio.

-claro preciosa, no hay problema –de su mano salió una bolita de luz que se transformó en una flor –dime Mairk tu sabes hacer magia –la niña asintió con su cabeza –tal vez algún día podrías mostrarme.

-Una disculpa por el comportamiento de la Diosa Mayor Mairk –dijo la joven – Mairk ya es hora, recuerdas lo que te dije – la niña asintió y corrió hasta el trono donde se subio y sento, pero era obvio que la pequeña solo quería ir a jugar.

-ahola inclínense ante mi –la niña rio y aplaudio –ya puelo il a jugal – la joven asintió y la niña se bajó del trono y salió corriendo.

-de nuevo una disculpa, como pueden notar es solo una pequeña de 5 años por ahora –dijo la joven –espero y comprendan, por esta razón tarde tanto en presentarla, cuando llego a mi solo era una bebe, ella es muy madura e inteligente para su corta edad, pero como verán ella ahora su única prioridad es jugar.

-No te preocupes dulce Ariana –contesto Orión –todos fuimos pequeños en algún tiempo, solo que nosotros crecimos muy pronto.

-así es Orión –dijo la joven –ella me creo a mí para cuidarla –sonrió con dulzura –perdón por ocultársela, ustedes tenía que mantener a la tierra tranquila y los hice crecer muy rápido, pero ahora me entienden por completo.

Él sabía que esa niña estaba destinado a la grandeza, Demiurgo y Orión siempre están a su lado, la apoyaban y mimaban, pero también la reprimían cundo era necesario, los dioses admiraban el gran poder de la niña que cada día maduraba más y más, cuando menos se lo espero aquella niña en una joven se convirtió y empezó a tomar su papel más enserió, aunque a veces su lado rebelde salió y quería comerse el mundo Demiurgo tenia las palabras correctas para controlarla, él era realmente feliz cuidando a la pequeña y malcriada diosa, siempre la recordaba e iba a el lugar donde la vio por última vez, siempre la recordaba con gran cariño y le sonreía a aquel árbol que había nacido donde su cuerpo en pétalos se convirtió y luego un bello árbol de cerezo nació; Arterina siempre veía por la ventana como el Dios de la obscuridad venía a ver aquel árbol y le contaba su día, sabia el gran amor y cariño que le tenía a su madre, ella sabía que Demiurgo la veía como una hija, por eso no se molestó con él ni con Orión, Demiurgo se había convertido en la figura de abuelo para ella, Demiurgo no solo iba a ver el árbol, también cuidaba la vida de Arterina, sentía que se lo debía a Mairk, aquel día en que descubrió el gran secreto de su hermosa niña lo hizo cambiar de parecer, ya no la veía como una intrusa en la vida de su amada y pequeña niña Mairk.

Era un día como cualquier otro, estaban todos los dioses reunidos, bueno casi todos faltaba Orión, Mairk entro con una jovencita de vestido negro y mirada fría, él estaba confundido, pero sabía que aquella chica era una nueva diosa, Mairk la presento como Arterina diosa menor de la muerte; los días pasaron aquella nueva diosa acaparaba toda la atención de su niña y él tenía un poco de envidia, llego al santuario y entro, camino hasta la sala de descanso de Mairk, entonces escucho tres voces, las distinguió al instante eran Orión, Arterina y Mairk.

-pero madre no crees que debemos decirles –dijo Arterina.

-aun no es tiempo pequeña, sé que quieres que todos te respeten –dijo Mairk – pero ellos no entenderían, además todo esto se sabrá cuando sea necesario.

-tu madre tiene razón Artemisa, por ahora solo nosotros sabremos este secreto.

-además aun tienes que dominar tu poder por completo -Después de esa platica, Mairk hablo con Demiurgo con su don de telepatía –espero y no me falles, solo nosotros sabremos este secreto, cuídala.

-lo are Mairk, como si fuera mi hija –la diosa estaba más tranquila ahora.

-será mejor ir a la sala del trono al parecer tenemos visita – dijo ella en voz alta para que Demiurgo fuera hasta allá y fingiera no saber nada, los dos dioses y la diosa menor llegaron hasta la sala del trono donde Demiurgo los esperaba contemplando un retrato de Mairk –que sorpresa verte en pleno día, siempre vienes s visitar cuando ya es algo noche.

-lo sé –sonrió y se acercó a Mairk para besar su mano –pero tenía que venir a verte, necesito hablar contigo.

-entiendo –ella sonrió y se despidió de su hija y Orión –acompáñame –los dioses caminaron hasta la sala de descanso de la diosa – dime ¿Qué sucede?

-quiero amor Mairk, quiero ese amor que tienen mis hijos –el suspiro y ella le tomo la mano –ese amor llegara a ti cuando menos lo espere, solo ten paciencia, confía en mi Demiurgo, alguna vez te he fallado –el negó –bueno con eso en mente ten por seguro que no te dejare solo manejando a esos chupa sangre –ambos dioses rieron ente el comentario.

Él ha sido paciente desde ese día, no cuestiona lo que su dulce niña le dijo, él sabe que ella jamás le mentiría, algo en su interior le decía que pronto tendría ese amor que tanto anhelaba, pero al mismo tiempo sufriría mucho por él, peo daría todo por ese amor tan importante para él, algunos días se preguntaba por qué tardaba tanto en llegar pero sabía que cada día era un día menos, solo tenía que ser paciente y esperar a que su dulce bebe llegara a la vida de él, solo eso anhelaba, el amor de un hijo que estuviera con el todo el tiempo posible, el quería lo que sus vampiros tenía cuando encontraba a su tua cantante una familia, tenía a su amada tua cantante, pero les hacía falta un hijo, ella no podía tener bebes, desde que era humana se le fue arrebatado ese gran anhelo de ambos de ser padre.

-aun pensando en esa promesa mi amor –le dijo su amada Alía –ya debemos dejar ese sueño.

-mi dulce Alía –se acercó a ella –no dejare de lado ese sueño, sé que ella ya no está aquí, pero confió en ella –miro hacia la ventana –ella nos dará una hija de eso estoy seguro.

-que tu palabra no sea en vano –dijo ella con una hermosa sonrisa –ahora ven a la cama quiero descansar al lado del amor de mi vida.

Demiurgo fue a la cama, necesitaba estar al lado de su amada Alía sentirse bien y protegido con ella a su lado, ella era lo mejor que le había pasado, su dulce Alía se convertiría en una diosa menor de la obscuridad, así el y ella mandarían, además de que Arterina así se lo había prometido y sabía que lo cumpliría de esa forma.

una venganza dolorosa (En Edicion)Where stories live. Discover now