40.

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Emilio

Agarrándole la mano firmemente comencé a caminar hacia el cuarto de a lado, ese que me habían prestado mientras me alojaba aquí. Lo lleve conmigo dispuesto a sacarlo de esa habitación obscura y helada. Él solo me seguía con la mirada gacha, caminando con un poco de dificultad por los temblores corporales que le daban debido al frió. Su mano se sentía helada junto a la mía, demasiado helada para mi gusto.

-¿Emilio?- Me detuve en medio del pasillo al ver a la madre de Joaco al final de la escalera, mirándome preocupada desde el piso de abajo. Sus ojos alarmados se centraron primero en su hijo inexpresivo y luego en mí, quería respuestas. Pero ella no sabia que yo también estaba buscando respuestas desesperadamente.

-Esta bien, solo necesita entrar en calor.- Explique, mintiéndole. Joaquin no solo necesita calidez, necesita tranquilidad y reaccionar porque en este momento la persona que yo sostenía de mi mano no se parecía en lo más mínimo al Joaquin lleno de luz que yo conocía.

-¿Debería llamar a un medico?- Pregunto, subiendo un escalón tímidamente.

Sentí como la mano de mi bonito comenzaba a apretar más la mía, como si me estuviera suplicando que aquella llamada al medico no se concretara. Suspire.

-No se preocupe, la llamare si es necesario.- Le sonreí, intentando tranquilizarla.

-Pero...

La voz de la abuela llamando a Elizabeth interrumpió el momento, yo aproveche para seguir mi camino hacia mi habitación y una vez adentro cerré la puerta tras mis espaldas. Joaquin seguía con la mirada en el suelo cuando lo solté, y me acerque a la ventana para cerrar los vidrios, con el único fin de que el aire frió no entrara. No quería que se enfermara más de lo que ya parecía.

Finalmente me volví hacia él y lo vi sentado en la cama, inmóvil y con un semblante serio. Fruncí el ceño suspirando con algo de enojo. Odiaba tanto esa expresión. Odiaba con todo mi ser verle triste o decaído, y últimamente esa era la única manera en la que se le podía apreciar. Parecía haber perdido completamente las ganas de sonreír.

-Necesito que hables conmigo, no puedes seguir así- Empece hablar, intentando llamar su atención.

No obtuve respuesta.

-Joaco, por favor... Dime que hacer y lo haré... Pero en serio necesito que cooperes. Te necesito conmigo en esto.

Negó un poco con la cabeza. Intentando quitar sus manos de las mías. Las apreté, impidiéndole escapar. Los días anteriores él había estado ignorándome y yo no lo presionaba porque quería respetar su espacio. Pero ya no más, íbamos hablar y lo íbamos a hacer frente a frente.

-Suéltame Emilio.- Tembló, sin siquiera levantar su rostro.

-No, hasta que hablemos.

-Por favor olvida todo lo que te dije.

Sostuve la respiración instintivamente al escuchar aquello.

-¿Qué quieres decir?- Pregunte temeroso.

-Olvida que te pedí ayuda, olvídate de las cosas que te escribí en la carta, olvídate de mí y vete a México. Se que quieres volver y que estas triste porque extrañas a tu familia. También a nuestros amigos. Vete Emilio, no quiero seguir reteniendote aquí en Amsterdam. No quiero que estés mal por mi culpa... No quiero.

-¡Para ya!- Le detuve frunciendo el ceño. -Para ya de decir tantas pendejadas.- Fue entonces cuando levanto sus ojos llenos de lagrimas hacia mí.- ¿De donde sacaste todo esto?- Pregunte desconcertado.

Pestañeo una vez y volvió a bajar la mirada, un gesto muy simple para los ojos de los demás, pero para mí, solo eso basto para saber que todas esas ideas negativas habían sido a causa de "ella".

-Lo siento Emilio.- Hablo, limpiando con una de sus manos sus ojos llorosos. -Siento todo esto de verdad.

-Te estas helando.- Ignores sus disculpas fuera de lugar y me puse de pie rápidamente para buscar una frazada que lo cubriera. -Métete en la cama, no quiero que pases más frió.

-Esta bien.- Sorprendentemente obedeció.

Mientras él se descalzaba y se preparaba para acostarse, yo saque una manta de los cajones del armario que reposaba junto a la ventana. Cuando volví para taparlo con la manta observe que Joaco ya se había tapado hasta las narices con las sabanas de la cama. Ni siquiera dejaba ver su rostro, solo un poco de su desordenado cabello. Suspire y luego me acerque lentamente, para luego sentarme a los pies del colchón.

-No te dejare solo aquí Joaquin. Pensé  que tenias bien claro esto.- Hable en voz baja, no me respondió, tal y como yo esperaba. -¿Podrías al menos mirarme cuando te hablo?- Pregunte con cansancio.

-No quiero que me mires.- Susurro, debajo de las sabanas.

-¿Por qué?

-Estoy hecho un asco. Todo yo. ¿Por qué crees que no he salido en días, eh? Se que mi cuerpo esta arruinado... Y sinceramente no quiero que vean eso. Menos tú, no soportaría eso.

-Eres precioso Joaco, que ninguna voz te haga creer lo contrario.

-No es cierto Emilio, no me mientas.

-No te estoy mintiendo, lo juro.

Tenia que hacer algo, no podía dejar las cosas así. De un rápido salto, me coloque sobre su cuerpo y tire todas las mantas de la cama al suelo. Joaquin abrió mucho los ojos al verme sostener sus muñecas con mis manos y llevarlas a cada lado de su cabeza. Lo manipule para que quedara frente a mí, y con mis piernas inmovilice las suyas que ya habían comenzado a moverse a base de patadas en busca de liberación.

-¿Qué chingados haces Emilio?- Exclamo retociendose debajo de mí. -¡Suéltame mailo!

-No hasta hacer esto...



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Hola lectores.

Capitulo al 2x1



Los amo

Anahí.





Sin Luz - EmiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora