22º

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Shadow dormía profundamente sobre la cama, puse la capa en ella e intenté quitarme el traje. Me llevé las manos hacia la espalda hasta tocar la fría cremallera, la deslicé hasta la cadera y me quité todo; guantes, botas, las armas...para finalmente quedarme en ropa interior. Abrí el armario y agarré uno de los pijamas, llevé las cosas al baño y las dejé sobre la taza de váter.

Ajusté el grifo para que el agua saliera templada, tenía el cabello empapado y sucio y requería con urgencia que lo lavara. Me tumbé mientras se seguía llenando y cerré los ojos durante unos minutos, necesitaba despejar mi mente de todo lo que estaba ocurriendo.

—Si sigues sin moverte, lo único que vas a hacer es engordar —regañé a Shadow y este solo soltó un maullido. Le acaricié el suave pelaje de entre las orejas.

Volví al baño para tomar de la encimera del lavabo una de mis cremas y me la extendí por el rostro. Aún tenía el cuerpo mojado, por lo que los pezones se me marcaban en la fina camisa del pijama, pero le di la menor importancia, lo mejor de estar la mayoría del tiempo en el castillo, era que no tenía que andar con sujetador. No tenía ni mucho ni poco pecho, tenía una medida estándar, pero no negaría que a veces hubiera pensado en reducirme una o dos tallas.

Recogí la ropa sucia y las toallas y fui a la habitación de Caleb, llamé dos veces pero parecía que no estaba, así que fui a la siguiente puerta y me lo pensé un par de veces. Mis nudillos tocaron la madera, nadie respondió así que la abrí, al ver lo que había frente a mí cerré de un portazo y me fui arrepintiendo de haber abierto aquella puerta. Mikkel estaba solo con un bóxer negro puesto, se estaba curando la herida con la pierna mala sobre la cama, al abrir yo la puerta se me había quedado mirando con cara de querer asesinarme sin ningún tipo de remordimiento.

—Dios que vergüenza —mi cara estaba ardiendo, me di un masaje en la sien mientras con la otra mano sujetaba lo sucio.

No me lo pensé mucho el salir pitando de la planta, no fuese a ser que mi compañero de pasillo saliera del cuarto. Entré a la cocina, solo divisé a Eros cocinando, el rubio me siguió con sus ojos de gato hasta que metí la ropa en la lavadora.

—¿Qué haces para cenar? —pregunté con simpatía.

Olía delicioso y se me estaba haciendo la boca agua, por no decir que me moría de hambre. Removió con una cuchara grande lo que contenía la cacerola para que no se quedase pegado.

—Luego lo verás —indicó con tono frío, parecía como si me hubieran clavado una estaca de hielo.

—Tú y tu gemelo mayor me lo estáis poniendo muy complicado para que nos podamos llevar bien —me quejé y me senté en la encimera de mármol que había en medio de la cocina.

—¿Mi gemelo? ¿Hablas de Mikkel? —Asentí y él rió falsamente —. Primero, no me compares con él, segundo, le caes bien y tercero, solo le gusta fastidiarte, todos lo sabemos, él es así. Al menos desde que llegaste se comporta diferente, antes solo se la pasaba entrenando y en su habitación, pocas veces comía con nosotros.

Sonreí y me bajé de un salto de la encimera, me puse tras él y le di un abrazo de hermana mayor.

—¿¡Qué haces!? ¡Suéltame! —se sacudió, pero le abracé más fuerte.

—Me alegra saber que al menos le caigo bien, y gracias, gracias por hablar algo más conmigo, ¿ves cómo no era tan difícil? –le solté, él se giró y me fulminó con sus enormes ojos verdes.

—Lo que tú digas, ahora vete de aquí que tengo que seguir con la cena —dejó la cuchara sobre un plato y puso sus manos sobre mi espalda. Me dirigió hasta la puerta, la abrió y me echó fuera de la cocina —Es pasta a la carbonara —añadió antes de que la puerta se cerrase.

Selina ©Where stories live. Discover now