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—Soy un ángel —me eché a reír hasta llorar y sequé una de las lágrimas con el dedo. Una cosa era un demonio, de los cuales sí que había casos de posesiones, y otra muy diferente un ángel. Eso solo existía en la biblia y en las novelas románticas. Pero ya no era solo por eso por lo que no me lo creía, sino porque estábamos hablando del chico con el que había compartido ocho años de mi vida. ¿Cómo iba a haber convivido con un ángel?

Al ver como me miraba mi tía paré y me incorporé de nuevo. Intenté tomarme eso en serio y entonces le pregunté lo único que haría que me creyera tal tontería.

—Si eres un ángel, ¿me muestras tus alas?

—¡Selina! Las alas no pueden enseñarse así como así, además que agotaría su energía —mi tía me regañó y yo simplemente me puse en pie.

—¿Te crees qué por que haya visto a un demonio, ya voy a creer en cualquier cosa? —espeté y caminé en dirección a mi habitación.

—Caleb... —oí decir a mi tía.

—No, tiene razón. Para ella esto es difícil de entender y creer. ¿Qué otra manera hay sino que lo vea con sus propios ojos?

Al escuchar sus palabras volteé, y entonces de su espalda brotaron dos enormes alas tan blancas como la nieve, estas casi rozaban el piso. Los libros que había en la estantería se cayeron del golpe. Me había quedado atónita, no sabía que decir. ¿Los ángeles también existían? Mis rodillas comenzaron a fallar y caí al suelo, el chico o más bien el ángel me miró e hizo un movimiento con los hombros. Poco después las alas desaparecieron dejando ver a un simple chico de veinticuatro años. ¿Acababa de ver un ángel frente a mí?

Sharon me dijo que me diera una ducha antes de seguir hablando. Yo acepté a regañadientes porque ahora sí que me había entrado la curiosidad de saber más, sobre todo lo referido a aquellos seres y mi amigo convertido en ángel. Encontré al chico con una de mis maletas sobre la cama al salir del baño.

—¿Qué haces?

—Te vas a venir conmigo a un lugar más seguro, ya te lo dije antes.

—Creía que era una broma. Además es muy tarde, ¿y qué pasará con mi tía? Yo no iré a ninguna parte sin ella —meneé la cabeza y fui hasta donde se encontraba Sharon. No dejaba de dar vueltas de un lado a otro por todo el salón.

—Cariño, no te preocupes yo también iré. Mete en la maleta lo que quieras menos ropa, allí ya tienen preparada para ti —la miré a sus ojos color chocolate y supe que ocultaba algo, pero solo asentí.

Guardé en la maleta la caja de música y la plancha que me había regalado Madison. Caleb me había hecho el favor de pasarse por su casa hoy para recoger las cosas que me había dejado. Este me acercó un neceser con maquillaje y unas cuantas cosas más. Entonces la cama se hundió un poco al subir Shadow, caminó hasta la maleta y se tumbó.

—Claro que tú te vienes, pequeñín —lo cogí en brazos y saqué de debajo de la cama su trasportín, le puse en el suelo y se metió él solo.

—Claro que tú te vienes, pequeñín —lo cogí en brazos y saqué de debajo de la cama su trasportín, le puse en el suelo y se metió él solo

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Selina ©Where stories live. Discover now