10º

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Caleb me informó que para ver a Yumi debía subir cinco plantas, y solamente podías llegar por las escaleras. Me dejé caer en el suelo para recobrar el aliento tras subir todas ellas. Llevaba días sin mover ni un dedo y acabó pasándome factura.

No tenía idea de cuál era el cuarto en el que trabajaba el niño, pero el olor a hierbas lo delató, di un par de golpes a la puerta y alguien la abrió dejando solo un hueco para ver de quien se trataba, era el pequeño, pero pareció ser que se asustó y la cerró de golpe. No supe como reaccionar, ¿debía irme y no molestar o intentar entrar por mi cuenta? No creía que fuera a asesinarme por probar una última vez. La abrí despacio, asomé mi cabeza con disimulo y vi al niño preparando algo en una de las mesas que había en el cuarto. El olor de las hierbas se hizo más intenso, procuré no poner cara de asco, pero lo mío no era mentir. Entré por completo en la habitación y cerré la puerta, no sabía si el chico se había dado cuenta de que estaba, así que decidí dar el paso.

—Hola, perdona por entrar sin tu permiso, ¿eres Yumi, verdad?

Mi pregunta retórica se quedó en el aire, en los minutos que pasaron hasta que me respondiera, examiné la sala. Tenía muchísimas plantas, botes de cristal y libros de Herbologia amontonados unos encima de otros, debía ser un niño muy listo.

—Sé quien eres, la chica de la ventana. Te llamas Selina —oí su delicada voz, y el ruido de la silla al girarse. Me daba vergüenza que me conociera por mi mini momento de espía.

Me encantaban los niños y siempre conseguía que yo les gustase a ellos. Yumi poseía una preciosa mirada rasgada y una cabellera oscura al igual que sus ojos. Su contextura era muy delgada y puede que no superase el metro veinte, parecía ser un chico muy delicado y tierno, gracias a dios, más que los otros dos.

—Me gustan mucho tus cuernos —esperaba que no se sintiera ofendido, pero no fue así, él se los tocó y asintió con una pequeña sonrisa.

No iba a molestarle más ya que vi que estaba trabajando en algo. Bajé a investigar a la primera planta de todas, uno de los pasillos llevaba a las escaleras para subir a los demás pisos, que además era por donde acababa de bajar. Fui por el pasillo izquierdo y entré a un cuarto, este era el comedor, era bastante obvio por la enorme mesa que había en medio de la sala, el cuarto tenía tres puertas, dos llevaban al pasillo y la otra a una cocina moderna. Inspeccioné el último lugar que me faltaba de la planta baja. Era una enorme sala vacía, lo único que lo decoraba aparte de los dibujos en las paredes eran sus enormes lámparas. Debía ser el salón de baile.

Subí hasta la cuarta, la segunda eran las habitaciones y baños y la tercera, donde solíamos comer. Fui abriendo las puertas para ver que se encontraba adentro de cada cuarto, tres de ellos parecían ser habitaciones, otro era una piscina, de la cual me enamoré. De solo notar el olor a cloro y la buena temperatura que hacía me dieron ganas de bañarme. Pero no tenía ningún bañador, ya vería como conseguiría uno. En la siguiente y última sala, solo se percibían ruidos y golpes. La puerta estaba abierta.

Avisté a Mikkel. Esta debía ser la sala de entrenamiento, ya que el chico estaba dando golpes a un saco de boxeo que colgaba del techo. En medio de la habitación había una bonita fuente medieval de piedra pulida y en una de las paredes colgaban variedad de armas; espadas, dagas, pistolas y hasta un arco. Busqué con la mirada donde podrían utilizar todo eso y alcancé a ver muñecos y dianas en una de las esquinas.

—¿Admirando la sala? Caleb ya te dijo que yo te entrenaría, ¿no? —comentó al verme, esta vez con una voz no tan seca. Se acercó a mí hasta que el olor del sudor llegó a mis conductos nasales y asentí intentando respirar lo menos posible.

Tras el desayuno Caleb me había avisado de que Mikkel me enseñaría a pelear y a usar algún arma, lo cual no me hizo mucha gracia ya que no le conocía de nada.

Selina ©Where stories live. Discover now