La casa

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El resonar de los pasos de las personas en el lugar era el único sonido que se podía percibir en la penumbra del silencio. Espeluznante y abismal. La tensión en el cuerpo de cada uno de ellos más que evidente, pero camuflajeada por sonrisas y bromas tontas que solamente servían para aliviar el golpeteo que retumbaba en su pecho, como un martilleo incesante.

Era de noche. Noche de Halloween.

No acostumbraban a realizar este tipo de cosas. Las leyendas en el pueblo eran una tradición, digna de los niños pequeños y asustadizos. No para ellos, adultos maduros e incrédulos.

Pero aún así terminaron ahí. En la casa abandonada y maldita de los Kang.

Las muchas historias acerca de esa casa fascinaban a cualquiera, más específicamente, a los miles de turistas extranjeros que llegaban a ese lugar con la intención de captar un suceso paranormal. Casi podías oír las voces, los sonidos, y los lamentos desgarradores de aquella familia que murió en el incendio del año de 1987.

¿O se habían suicidado?

¿O habían tomado ácido muriático por accidente en lugar de agua?

Tantas historias, tantas versiones, tanto drama. Lo que para una persona común resultaría un encantador misterio sin resolver, atrayente y cautivador, para los habitantes de la pequeña población eran no más que cuentos baratos, que los padres utilizaban para que los niños pequeños no trataran de entrar a la propiedad cercada y con prohibición de paso.

Pero ellos no eran niños pequeños, y el aburrimiento los estaba consumiendo.

—¿Ni siquiera un puto cigarrillo pudieron traer? ¿Es en serio? —Mencionó el chico de cabello rojizo, mientras miraba hacia atrás a sus amigos quienes soltaban carcajadas sonoras, caminando uno detrás de otro.

—Tranquilo Min. —El chico palmeó la caja en sus manos, resonando el eco en las paredes del lugar.— Aquí tenemos todo lo que necesitamos.

—Jodete Tae. —Rodó los ojos.— Ni loco juego a esa mierda.

—Sorprendentemente eres el que más se ha quejado hasta ahora.

—Eso es porque Seokjin y Hoseok se negaron a venir. —Mencionó el chico castaño, quien sostenía una linterna, intentando iluminar el oscuro vacío que se abría a su paso.

La casa olía a moho, a animal muerto y a orines. Las paredes estaban manchadas con algún fluido corporal imposible de detectar, y el miedo a que el techo se cayera sobre ellos era latente incluso por encima de su miedo a los espíritus. Entendían porque ni una jodida alma se animaba a entrar, era como si alguien hubiera muerto en ese lugar. Recientemente.

—¿Recuérdenme por qué estamos aquí? —El rubio alisó su pelo hacia atrás, mientras que Taehyung le daba un golpe en la espalda.

—No te vayas a poner como Yoongi.

—Ni que fuera tan marica. Sólo digo, que pudiendo ir a cualquier otro lado decidimos venir aquí.

—Pero si amas este lugar. —La voz de Min Yoongi al fin sonó divertida.— ¿No es aquí donde viniste a follar la primera vez?

—Claro, aquí es donde me jodí a tu hermana. Imbécil.

—Wowow. Tranquilos chicos. —Taehyung golpeó la cosa entre sus manos otra vez, haciendo que el sonido retumbara con mayor fuerza.— Los escucharán los espíritus.

—Deja de hacer eso Tae. —Se abrazó a sí mismo, intentando calmar el escalofrío que había recorrido su cuerpo.

—No ves que dañas los sensibles oídos del señor Park. —Yoongi volvió a la pelea.

Cuentos Sexxxuales |BTS| {One Shots}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora