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El negocio de mala muerte abrió, Leopoldo se acercó y se formó en fila de clientes, cuando pasó frente al guardia desembolsó ciento veinte euros y apuntó su nombre en una lista sólo para entrar, la mitad de su quincena se había ido en ello, debía guardar energías para utilizar su extraña capacidad con los peces gordos, no con sus lacayos.

Mujeres de cuerpos voluptuosos colmaban la vista del lugar, el detective se acercó a una y preguntó por su jefe, y aunque la mujer primero intentó sobornar al tipo, él gastó un poco de su fuerza para hacer que ella hablara.

—Al costado izquierdo de la pasarela, ahí está la puerta del patrón —balbuceaba la fémina.

Se dirigió al lugar, entró en una habitación oscura y alguien lo tomó por detrás.

—¿Qué quiere de mí, señor? —cuestionaba un tipo bajo de estatura con una camisa a cuadros mientras se acercaba a Montés.

—Yo sólo estoy aquí por su chica muerta, vengo a pedir la lista de clientes frecuentes del lugar —respondió el agente de la ley.

—No creo que pueda ayudarte con eso, la privacidad de mis clientes es lo primero, aunque si tus amigos policías ignoran mis asuntos por un rato, te podría decir los últimos clientes con los que había pasado la noche —propuso el encargado, Alfaro aceptó la oferta.

El hombre tomó una hoja, revisó la última nota de registro de Michelle y apuntó tres nombres. Aquel papel pasó a manos del oficial para proseguir su investigación.

Mientras tanto, María volvía al laboratorio para ver si había alguna novedad, y sí que la hubo. Los forenses determinaron que el corte en el cuello había sido causado por un cuchillo de cocina y que la herida mostraba que el agarre del atacante era con la mano derecha.

La mujer intentó contactar a Leopoldo, este respondió hasta el quinto intento:

—Hey holgazán, en los análisis de los laboratoristas determinaron que probablemente el tipo que buscamos es zurdo —afirmó con un poco de irritación.

—Bien, yo acabo de conseguir nombres de posibles sospechosos, tan sólo necesito buscar sus direcciones, nos vemos en la comisaría —respondió de manera tajante el investigador.

En otra parte de la ciudad, una chica caminaba entre la penumbra de la noche acompañada sólo por la luna, una venda de lino le cubría el rostro mientras movía sus manos hacia el frente, como si tocara algo.

—Vamos amigo, deja salir tu instinto, será poco tu sufrimiento —repetía Natalia mientras usaba sus habilidades de percepción psíquica para hallar a su presa.

Terminó confundida, por instantes sentía una presencia mayor, pero dada su experiencia, el poder que captaba no era el alma de un ser corrupto sino un humano. Se sintió inútil y sin fuerzas, por lo que mejor retornó al hotel y durmió.

El gusto del descanso no le duró mucho, a primera hora del día se reportó ante los clérigos que le habían asignado la misión, sólo para decir que aún no tenía resultados.

Las Ventanas a la MenteWhere stories live. Discover now