16. Cosas claras

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REBECA

Me arden los ojos; los tengo hinchados de tanto llorar y apenas puedo ver. Agradezco en el alma que la profesora de historia haya decidido ponernos un documental sobre la Primera Guerra Mundial, y que las luces estén apagadas. Tan solo quiero dormir, estoy cansada y no puedo ni con mi alma.

Cierro los ojos, pero desgraciadamente, tan solo falta un cuarto de hora para que finalice la clase y vuelvan a prenderse las luces.

De paso que enciendo el móvil para mirar la hora, a escondidas con la mochila sobre la mesa para hacer de almohada y ocultar el brillo de la pantalla, aprovecho también para mirar las notificaciones. Tengo otro mensaje de Axel.

Parece que no entiende que no quiero hablar con él —ni con nadie— y que por eso ando evitándole. Mi vida se ha vuelto un puto desastre y, aunque me encantaría decir que él no tiene nada que ver, todo esto viene a raíz de que me metió mano en el parque. Sí, porque tras eso, hice un examen de historia pésimo y, además de los gritos de mi madre, también me llevé un bofetón de mi padrastro y algunos hematomas. Aún me duele recordarlo.

La última vez que Axel y yo nos vimos, fue realmente lindo. Cómo me curó el rasguño del brazo y la forma tan gentil con la que me trató... Sin embargo, el día que no se dignó a mirar mis mensajes, la profesora de historia llamó a mi madre para informarle de mi pésima nota: un dos. Cuando mi madre me estaba gritando por el resultado de mi desastroso examen, tan solo quería echarme a llorar; porque, Dios, me había matado preparándome ese examen, y salir con Axel lo fastidió todo. Axel me llamó por la noche, y digamos que aún estaba lamiéndome las heridas, ni siquiera sé por qué acepté la llamada. Quería escuchar su voz. El castigo que en principio iban a ser unas cuantas voces de mi madre y el móvil castigado durante un mes entero, acabó con mi mejilla ardiendo dolorida y varios cardenales por mi cuerpo que no recuerdo con exactitud en qué momento exacto me los hice. Excepto el de la muñeca; mi padrastro me tiró tan fuerte de esta, que estuvo a punto de dislocármela. Después de aquello, mamá optó por no quitarme el móvil; no le dio mucha importancia porque piensa que de vez en cuando es necesario un buen bofetón, pero si viera los moratones que marcan mi piel, aunque ya están desapareciendo, le habría dado más importancia.

Me duelen los ojos por culpa del poco brillo de la pantalla. Deslizo el dedo por las notificaciones y frunzo el ceño al ver que Axel me ha escrito de nuevo.

Ricitos: Te espero en la puerta del instituto. Necesito hablar contigo. No tardes.

Su mensaje hace que mi corazón se detenga en seco. ¿Qué diablos hace aquí? ¿Tan importante es eso de lo que quiere hablar?

El mensaje es de hace dos minutos. ¿Le he extrañado? Sí ¿Pero vale la pena salir del instituto arriesgándome a otra bronca solo para verle?

Apago el móvil antes de que la amargada de la profesora se cosque de que estoy con el móvil, y me lo confisque para luego chivarse a mi madre del pésimo comportamiento de su hija.

A decir verdad, no me vendría nada mal que me dé el aire. Tan solo me asomaré a la puerta, y volveré a tiempo para la próxima clase.

En cuanto suena el timbre, me apresuro a colgarme la mochila, por la simple razón de que no quiero que me roben nada, y bajo las escaleras en dirección al hall. Soy menor de dieciocho años, en teoría no puedo salir, pero según dice Mónica, el truco está en caminar con decisión hacia la puerta para que nadie te pregunte. Y, afortunadamente, funciona. Tras salir del centro, bajo la escalinata y suspiro aliviada al ver que la verja está abierta. Salgo y la dejo entornada para poder entrar después.

La fría brisa me cala hasta los huesos, y me abrazo a mí misma en un inútil intento de apartar el frío.

Puedo divisar a Axel con la espalda apoyada contra un árbol; tiene algo entre sus labios y la vista fija en la pantalla de su iPhone. Entonces caigo en la realidad, en lo horrible que debo lucir con los ojos hinchados y el cabello suelto sin peinar. Hoy no me he dignado a mirarme al espejo; me he puesto lo primero que he pillado, que ha sido una sudadera ancha de color gris, que no calienta una mierda, y unos leggins negros. Nada de maquillaje para tapar las ojeras o darle algo de color a mi tez de muerta. De hecho, andaba tan distraída, que casi salgo de casa sin las zapatillas, las cuales, por cierto, ni me he molestado en atar. Acabaré pisándome los cordones y dándome un bocazo contra el suelo; pero da igual.

Soy Más Que Un Juego [✔️] [Gallagher #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora