[1] Banshee | Civil War

XVIII | Miedo

       A LYANN NO LE SORPRENDIÓ PARA NADA el collar neutralizador que le colocaron alrededor del cuello cuando la esposaron antes de meterla en el camión junto a Steve, Sam y el príncipe T'Challa, hijo del difunto rey de Wakanda T'Chaka. A cada uno los sentaron en compartimientos diferentes, quizás porque pensaron que todos eran rivales y querían evitar una pelea masiva en medio de un camión en marcha. Sin embargo, aunque un compartimiento la separaba de Steve Rogers, Lyann estaba al tanto de su mirada incluso dándole la espalda.

Atento a sus constante molestia al tener un collar neutralizador alrededor de su cuello, bloqueando sus poderes y preparado para calmarla con una descarga si intentaba hacer uso de su grito escondido.

—Entonces al rey le gustan los gatos...

Steve suspiró.

—Sam...

—¿Qué pasa? —se quejó Sam, sacándole a Lyann un atisbo de sonrisa—. Apareció vestido de gato, merecemos saber al menos algo, ¿no crees?

—¿Como el hecho de que el traje del príncipe está hecho con Vibranium igual que tu escudo, Cap?

Las miradas de los tres hombres cayeron sobre Lyann.

—¿Tú sabías quién era él? —exclamó Steve y Lyann sonrió.

—Claro que sí. Estaba en HYDRA, ¿recuerdas? —Lyann lo miró sobre su hombro, luego al próximo rey de Wakanda—. La Pantera Negra siempre ha sido el protector de su reino durante décadas, un cargo que pasa de guerrero a guerrero. Y con el rey T'Chaka muerto, Su Majestad T'Challa no solo se convertirá en rey, sino en el protector de Wakanda.

El silencio los cubrió a todos, y como el príncipe de Wakanda no dijo nada, Lyann continuó:

—Bucky puso una bomba y mató a su padre, Steve. En cuanto salga, el otro anciano tendrá otro enemigo que añadir a su larga lista.

Steve Rogers apretó la mandíbula, sabiendo que tenía razón.

Una vez que llegaron a las instalaciones de las Fuerzas Armadas de Berlín, el corazón de Lyann latió con fuerzas cuando salió de la camioneta y vio en donde habían puesto a Bucky: dentro de una caja de cristales blindados, sujetado a la silla por las muñecas y los tobillos con unos metales que le eran imposibles zafarse.

Varios recuerdos de situaciones similares irrumpieron en su mente, nublando sus sentidos, pero antes de ir más allá y dejarse llevar por el dolor y el sufrimiento, Lyann parpadeó varias veces y se unió a la agente Carter, sobrina de Peggy Carter, y los demás.

—¿A él qué le pasará? —quiso saber Steve.

—Lo que debería pasarle a usted: evaluación psicológica y extracción –respondió un hombre en traje gris, demasiado severo para el gusto de Lyann.

—Él es Everett Ross, comandante de la Unidad Especial —presentó la agente, probablemente leyendo la pregunta en los ojos de Lyann.

—Y un abogado, ¿no?