8. Estupor.

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—Ya te dije que estoy bien. —siguió con su terquedad al negarse a la ayuda de un doctor, pues según ella no lo necesitaba. —Quiero ver a mi hijo, Gabriel.

—Ha pasado por muchas cosas, no creo que soporte una impresión así, debemos darle la noticia con sutileza. —tomó con delicadeza la mano de su esposa para que pudiera calmarse y se hincó frente ella en una sola rodilla, así podría contemplar su rostro desde un ángulo mejor y sonreírle.

—¡Señor Agreste, al fin lo encuentro! —entró Nathalie a la sala desesperada por alguna razón, pero sus palabras se cortaron en cuanto miró a quien parecía ser Emilie sentada en el sofá del diseñador.
Los ojos azules de la asistente se vieron muy abiertos por la sorpresa que se estaba llevando al encontrarse con ella.

—Hola otra vez, amiga. —saludó la rubia con su acostumbrada cordialidad y ternura.
Nathalie seguía sin poder creerlo, no tuvo chance ni de pestañear o cuestionar sobre lo que estaba pasando y con lentitud se acercó a la mujer.
Gabriel se había parado de donde estaba para darle el chance a Nathalie de poder saludarla, ésto le dió a la ojiazul la facilidad de incarse
también y sonreírle a su vieja amiga.

—Emilie. —susurró la secretaria con alegría de volverla a ver después de tantos años y ella le contestó con el mismo gesto de felicidad.

—¿Qué me querías decir, Nathalie? —no pudo seguir celebrando la presencia de su amiga ni preguntar absolutamente nada gracias a la interrupción de Gabriel.
La de cabellos oscuros se levantó y aclaró la garganta antes de hablar, ahora no sabía cómo darle la noticia con Emilie ahí escuchando todo con apenas unos minutos de volver a pisar el suelo, estaba totalmente segura de que ésto le afectaría mucho.
El matrimonio la observó con un poco de inquietud al ver a Nathalie tan preocupada, pues no encontraba las palabras para poder hablar.
—¿Nathalie? —inquirió el diseñador impaciente de que lo soltara de una vez.

No tuvo más opción que empezar a contarle y en voz baja respondió. —Adrien se escapó, señor. —la señora Agreste sintió un leve temblor al escuchar tal noticia y desesperada miró a Gabriel, el cual tenía el mismo gesto de angustia a pesar de no ser la primera vez que ésto ocurría, aunque para Emilie se trataba de algo bastante serio, pues no sabía tanto de su hijo para conocer la rebeldía irremediable que se cargaba.
—Fuí a su habitación para avisarle que su profesor de chino no asistiría pero cuando entré, él ya no se encontraba y su ventana estaba abierta. —dijo entre temblores corporales y tartamudeos, con miedo de la reacción que ésto pudiera provocar en Emilie.

—¿Por la ventana? —inquirió angustiada para después voltear a ver a su esposo. —¡¿Se escapó por la ventana?! —Gabriel masajeó el puente de su nariz, ese muchacho estaba cada vez más incontrolable. Un escape de Adrien es sinónimo de que algo malo se trae entre manos, es lo que últimamente ha estado haciendo, aprovechándose de que su guardaespaldas no lo vigila a diferencia de cuando sale como una persona normal o pide permiso, pues con esa actitud que tiene no basta con ser mayor de edad para darle libertad de hacer lo que se le pegue la gana.  
—¡Gabriel, tenemos que ir a buscarlo! —la rubia se levantó rápidamente de su asiento para caminar hacia la puerta de la sala, pero su cuerpo aún estaba débil y sus pocas fuerzas hicieron que el vértigo invadiera su cabeza, provocando que su vista se nublara y estár a punto de caer al piso.
Gabriel la sostuvo como pudo y volvió a sentarla en el sofá con una manta cubriendo su cuerpo.

—Tú te quedarás aquí, no estás en condiciones de salir. —advirtió el hombre preocupado por su mujer.
Posteriormente ordenó a uno de sus sirvientes preparar algo de alimento para que su esposa recobrara sus fuerzas y pudiera tener algo en el estómago. El chef asintió y se dirigió lo más rápido posible hasta la cocina de la mansión para preparar algo exquisito para la señora de la casa.

Bajo Mi Mando (Miraculous ladybug)Where stories live. Discover now