Capítulo 38

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Continúo caminando por los pasillos con Stefan, mientras avanzamos, puedo escuchar nuestras pisadas resonar por las paredes, es enorme y precioso, la fachada del palacio es sumamente elegante y sofisticada. Desde aquí, la música del baile no es tan audible y deseo que a Stefan no se le ocurra volver, pues realmente no quiero hacerlo, me relajo cuando abre las puertas de una habitación, revelando una sala con un estilo rustico, me quedo en la entrada un tanto dudosa, Stefan, que ya está en el otro extremo del salón me hace una seña con la cabeza.

—Tranquila, no nos regañaran por estar aquí.

Doy una última mirada al pasillo para confirmar que no hay nadie, luego entro a la habitación, las luces se encienden y veo la encantadora fachada que tiene, es sorprendente que algunos rincones del palacio resultan ser bastantes acogedores, al menos dan la impresión de serlo. Siempre creí que un palacio seria enorme y frio, este demuestra lo contrario. Me acerco a Stefan, que se encuentra pegado a la ventana, me coloco a su lado y contemplo lo mismo que él, a las personas al exterior con copas de vino en mano, riendo como si nada hubiese pasado.

—Tienen una habilidad sorprendente para disimular, siempre saben cómo actuar ante las cosas.

—¿No es para eso para lo que los entrenan?

Pregunto y ríe.

—Claro, tienen clases de etiqueta —responde con un asentimiento—. Aunque la mayoría no duda en sacar su carácter, lo pudiste comprobar tiempo atrás.

Dice refiriéndose al problema de Theo y Nate.

—Dime, ¿ese tipo de cosas suceden a menudo?

—Todo el tiempo, salvo que no siempre estamos presentes. Si te pudiste dar cuenta, aquí la mayoría se critica una a la otra sin piedad, hablan de ellos mismos como si fueran perfectos cuando tienen un desorden en su vida.

—No podría estar más de acuerdo contigo.

Confieso. Ambos nos quedamos viendo a la ventana, siento la curiosidad de alejarme y contemplar más el lugar, discretamente lo hago, me doy la vuelta y observo cada rincón de la habitación, efectivamente da la impresión de ser hogareña.

—¿Es curioso que crea que el palacio parece acogedor?

Me veo diciendo mientras acaricio con mi mano uno de los sofás, Stefan se aleja de la ventana, tiene una postura relajada y está caminando por la habitación.

—Lo es —confirma—. Es extraño porque he tenido oportunidad de acompañar a la familia real a otros palacios y me temo que ningún palacio resulta ser acogedor, ni siquiera el de Inglaterra que por cierto los reyes y príncipes de ahí son sumamente cariñosos y hogareños.

—Me parece agradable, por lo menos resulta ser más un hogar que un palacio.

—Johan se esfuerza por que lo sea, a decir verdad, todos, quizá el padre de Theo tiene pinta de ser exigente, admito que de vez en cuando lo es —dice encogiéndose de hombros—. Aunque es aceptable ¿no? Al final de cuentas es el rey. Sin embargo, siempre se dirige a todos con amabilidad y cariño, justo como lo hace Theo y la reina era igual que ellos, demasiado cariñosa, han sido buenos reyes.

—Por lo menos creció en un hogar —me veo diciendo más para mí misma que para él. Si me escucha o no, no hace ningún otro comentario.

Pasan un par de minutos, Theo aparece en la puerta.

—Hola.

Nos saluda a ambos con la mano, Stefan se saca una mano de los bolsillos y hace lo mismo que su amigo.

—¿Todo ha salido bien con tu padre?

Le pregunta con amabilidad, le toma unos segundos asentir.

—Tranquilo, no está del todo enfadado.

Un príncipe peculiarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora