Capítulo 3

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La mirada de Heinrich vaga entre Theodore y yo, luce sorprendido por la pequeña confesión del príncipe, quien me mira aún con humor, claramente, está disfrutando de esto y yo solo puedo continuar deseando que la tierra me trague. No podía creer que estuviera nuevamente frente a él.

—¿Ah sí? —pregunta Heinrich sorprendido. La sorpresa rápidamente se reemplaza por una amistosa sonrisa—. Bueno, me alegro de que lo hayan hecho. Leigh es una chica encantadora, ¿no te parece?

—Muy encantadora —asegura, enarcando nuevamente las cejas para darle énfasis a sus palabras.

No respondo, ni ellos agregaron otro comentario. Un pequeño silencio nos inunda de inmediato. Tenía que buscar una manera de irme lo antes posible, la presencia del príncipe estaba incomodándome.

Doy una mirada a mis espaldas y diviso a Friedrich venir, él no se percata de la presencia del príncipe por lo que nos saluda a todos murmurando un simple 'hola' antes de dirigirse hacia las cajas de vino. Aprovecho su presencia para escapar.

—Espera Friedrich, te ayudo —me apresuro a decirle, él no me presta atención como deseo. Le doy una mirada rápida al príncipe y a Heinrich, quien me sonríe—. Bien, continuaré trabajando, adiós.

Evito hacer contacto visual con el príncipe. Sé que no ha sido una grandiosa despedida mi manera de excusarme, pero no se me ha venido otra cosa a la mente para alejarme de ellos. Heinrich encamina al príncipe hacia adentro del hotel y siento un ligero alivio cuando ninguno de los dos está en mi radar. Continúo descargando cajas mientras intento hacer que mi mente no piense en él y su perfecta y socarrona sonrisa, no podía descartar que tenía una linda sonrisa.

Leigh, ¿Por qué has pensado eso? Me quejo, y una risita absurda sale de mí. Debería de estar sintiendo más vergüenza que nunca.

Cassidy sale de la habitación, excusándose estar cansada por realizar el inventario con solo una caja, lo cual me parece gracioso. Al parecer, ese era más trabajo de lo que la chica podía soportar, ella no estaba acostumbrada a trabajar, pues sus padres —aunque ella no quería admitirlo—, la consentían en todo y el dinero no era un problema en su vida, con todos esos negocios que su familia manejaba, no hacía falta que trabajara.

Aprovecho la privacidad que me deja cuando se va y me es más fácil concentrarme en el inventario y al cabo de casi una hora, llevo alrededor de tres cajas contadas.

Me veo tronando mi cuello cuando lo muevo de un lado a otro e intento masajearlo con una mano, para quitar el pequeño dolor. Necesito un respiro, pienso.

—No tenía idea de que trabajaras para Heinrich —escucho decir a una voz que no me es muy familiar pero que logro reconocer, en la entrada. No puedo evitar dar un saltito en mi asiento y sonrojarme de inmediato.

Diablos, ¿está aquí porque viene a atormentarme de nuevo?

Me toma unos segundos dirigirle una mirada, como la luz en la habitación es algo escasa y amarillenta, no tengo oportunidad de tener una buena vista de él, sin embargo, tengo que decir que la postura relajada que posee estando recargado en el marco de la puerta lo hace ver aun así elegante y un tanto intrigante.

—Uhm, yo...

No sé qué decirle, la verdad me ha tomado desprevenida. Él parece tomar mi balbuceo como una oportunidad para acercarse a mí y ponerse a unos centímetros de distancia, como yo estoy sentada en el suelo junto a una caja, su estatura me resulta intimidante.

—Déjame decirte que estoy sorprendido de haberte encontrado aquí —habla al ver que, por mi parte, no hay ni una palabra. Se agacha para quedar más o menos a mi altura, pero aun así sobresale algunos centímetros —. Y tengo que admitir que me alegra de haberlo hecho.

Un príncipe peculiarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora