CAPÍTULO 4.

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Jackson Abdiel

Mi nivel de desprecio por estas criaturas roza lo insano. Siento que vibro de la apatía que me produce el aroma de este lugar y estamos a metros de los lobos de la manada. Mi padre me obligo a compartir vehículo con estos seres hasta la cima de la montaña, realmente quero estrellar mi nariz contra una roca hasta perder el olfato.

Al llegar, el alfa de nombre Damián nos guía hacia la entrada de una enorme llanura. Según nos venía parloteando por todo el camino, la manada se sitúa alrededor de toda la cima de la montaña. La gran mayoría vive en cabañas de madera que ellos mismos construyen y hay un pequeño flujo de comercio debido a que a un número significativo de lobos no les gusta estar cerca de los humanos. En especial las hembras con niños pequeños o los machos sensitivos.

Es seguro en general debido a que los humanos no soportaban la presión de esas alturas y, además, por seguridad, el alfa Demián mantiene barreras de camuflaje, que, aunque me duela decirlo, si son efectivas, de no ser por mi olfato no habría detectado a nadie mientras me aproximaba a la entrada. El alfa recalca que esta es una pequeña población de su manada que se extiende por el país y que esta no es precisamente la zona donde más se están presentando desapariciones, pero si la más segura y preparada con la información necesaria para nuestro recibimiento. En un principio me suena extraño, después aclara que por estos lares vive un viejo lobo que en un pasado estuvo en contacto con gente de nuestra dimensión.

Parece ser que una vez empecemos nuestra investigación, no pasaremos mucho tiempo en un solo lugar.

Llegamos un claro con paisajes...curiosos a mi parecer. Arboles grandes, delgados pero altos se extienden por la montaña que sigue vislumbrándose por detrás. Desde esta distancia se distinguen pequeñas y diminutas casas de madera se regadas como escarcha sobre la pendiente. Unas muy separadas y otras no tanto. En los arboles cubiertos de nieve se aprecian pequeñas luces, que después de observar un poco más se convirtieron en casas situadas en las copas de los árboles, algunas dentro de sus troncos.

Al rededor del enorme claro se aprecian construcciones de hasta tres pisos, un poco más "equipadas" que las de la montaña. Logro distinguir pequeños comedores o lo que los humanos llaman "restaurantes", algunos puestos con alimentos, carnes, pieles de animales. Parece ser un mercado.

Los lobos nos observan en un principio con algo de curiosidad, después paso a la prevención y más tarde al miedo. El alfa nos da una mirada significativa. El alfa me da una mirada significativa. Nos guía por la orilla del claro hasta un pequeño sendero a un costado que se adentra en el bosque, a medida que caminamos se escucha un bullicio que de apoco se apaga hasta que llegamos a otro claro, todavía más grande que el anterior.

Hay lobos uno tras otro en fila, todos rectos y tensos en lo que parece una postura militar, están en dos formaciones de diez al fondo. Hay al menos veinte de fondo. A sus alrededores se ven maquinas un poco extrañas, algunos eran troncos con palos a los costados todos magullados, puedo ver mancuernas, sogas, enormes rocas golpeadas. Todos se ven jóvenes, adolescentes diría yo. Están muy sudados, casi temblando y con cada respiración errática botan humo por la nariz, no parecen afectados precisamente por el frio.

— Ellos son lobatos, entrenan para su primera transformación — menciona Demián mientras inspecciona rápidamente a los lobos — Pero no deberían estar entrenando aquí.

Al parecer están nerviosos, muy nerviosos. Parece que los acaban de atrapar haciendo algo que no debían.

El alfa no les dice nada más, pero a medida que pasan unos pocos segundos se ven cada vez más pálidos. Rodeamos ese claro y encontramos otro sendero. Parece ser que todo está pensado para que los arboles cubran una parte considerable de la vista de los curiosos.

¡Yo Voy Arriba! [Gay] [PAUSADA INDETERMINADAMENTE]Where stories live. Discover now