catorce. amor

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EL AIRE HELADO quemaba sus pulmones con cada respiración

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EL AIRE HELADO quemaba sus pulmones con cada respiración. Las ramas del suelo raspaban sus pies descalzos mientras corrían por el bosque, arañándolos con cada paso que daban.

Como si tuvieran vida propia, los arboles se alzaban como si quisieran atraparlas, enredando sus ramas alrededor de sus cuerpos. Buscaban arrastrarlas de vuelta a la ceremonia. Aferrándose al suelo con las uñas, tratando de encontrar algo a lo que sujetarse para evitar ser llevadas, las hermanas consiguieron librarse muy apenas.

En ningún momento Stella se atrevió a soltar la mano de su hermana.

Escabulléndose entre las sombras del bosque, Stella guió a Sabrina hasta su casa.

—¡Ambrose! —Gritaba Stella, con todas sus fuerzas, sin aliento—. ¡Ambrose!

Al escuchar sus gritos, Ambrose se asomó por la ventana a ver el alboroto. En cuanto vio a sus primas, sangrando, corriendo descalzas y sin vestido alguno que las cubriera, supo que algo había salido mal.

Salió de la casa apresuradamente, sujetando su bata, quedándose justo al borde de los límites de la propiedad.

—No creerás lo que pasó —jadeó Sabrina.

—Puedo adivinarlo, prima —murmuró Ambrose, viendo detrás de ellas.

Lentamente, Sabrina y Stella dieron la vuelta. Una multitud de brujas se acercaba a ellas, con antorcha en mano. Marchaban lúgubremente hacia ellas. Inmediatamente, Stella puso a Sabrina detrás de ella.

—Mientras brille la luna de sangre, deben firmar el Libro de las Bestias —ordenó Blackwood. Las hermanas alzaron la cabeza, observando la luna roja iluminando el cielo.

Sabrina tragó saliva pesadamente. Hizo a un lado a Stella, y dando un paso al frente, exclamó, segura de cada palabra que decía:

—No lo haré —miró de reojo a Stella, titubeante. Lentamente, y casi imperceptiblemente, Stella asintió—. No lo haremos. Hay otro camino para mí, al igual que para mi padre y para mi madre. Un tercer camino. Y aunque no lo hubiera, mi nombre es Sabrina Spellman y no renunciaré a él.

Con voz tranquila, pero fuerte, Stella añadió:

—Ya escucharon a mi hermana, perras. No vamos a firmar.

Blackwood cerró el libro, provocando un gran estruendo. Ni Stella ni Sabrina parpadearon.

—Chicas —indicó Blackwood, mirando a las hermanas extrañas. Ellas sonrieron, acercándose lentamente hacia la casa, con el padre Blackwood delante de ellas.

Stella soltó una carcajada, como si estuviera pasando el mejor momento de su vida, tomando a todos por sorpresa.

—Oh, vamos, atrévanse —canturreó, un brillo malicioso adornando sus ojos—. Hay un hechizo de protección en la casa. Un círculo que la rodea. Solo una bruja Spellman puede atravesarlo —las hermanas titubearon, pero Blackwood mantuvo la mirada fija en Stella, sospechosamente—. Cualquiera que lo atraviese, morirá. Háganlo. Será divertido ver sus cuerpos ardiendo frente a mí.

HOLD YOUR BREATH / chilling adventures of sabrinaWhere stories live. Discover now