Prólogo: Somos destino y enfermedad

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Una tos por culpa del clima cambiante.

Así era como le decía a su enfermedad y ese sentimiento que sobrecogía a su corazón cada vez que veía el horizonte. Izuku no sabía muy bien cómo abordar el tema con las personas, era el número uno y todos lo adoraban como si fuera un ídolo intocable. ¿Cómo explicarle a sus fans que moriría vomitando flores color sangre, y que probablemente lo haría antes que cante año nuevo? Difícil, es mejor una mentira fácil de digerir. Porque él entiende el dolor de perder una figura a seguir. Allmight lo dejó hace unos años, su muerte rompió su corazón pero su sacrificio fue la llave de cambio para muchos héroes y vigilantes. La tasa de criminalidad organizada descendió exponencialmente con el tiempo, aún así, siempre estaban aquellos presumidos que usaban sus poderes para intimidar a la ciudadanía. 
Deku, el gran héroe de Japón, los condenaba y atrapaba. Izuku, el beta solitario, les suplicaba por la muerte. 

Irónico, aunque daba igual, no había nadie esperándolo en casa. 

Porque la mayoría de sus ex compañeros de la UA estaban casados, con hijos y familias hermosas. Inclusive el huraño de Katsuki, teniendo dos hijas con la grandiosa Uravity.

Izuku aún lo recordaba, fue el padrino de bodas hace unos meses, llevó los anillos hasta el altar cuando su amor pronunció el acepto frente a una persona que no era él. Pero ese era el precio de ser un beta, de no tener nada para ofrecer a un alfa. Sin destino... Uraraka era una linda Omega, su destinada de hecho, Izuku los vio por primera vez durante un entrenamiento especial en la UA. Un solo beso que selló su destino mortal. Ahora, con veinticinco años. Su departamento es más grande de lo que alguna vez deseó, casi desierto y frío.

Desafortunadamente, los lujos que la vida de un héroe le podrían entregar no son lo suficientemente capaces de luchar contra el dolor, no aplacaban nada cuando los veía felices siendo una familia perfecta. Porque cada lágrima que había llorado en el pasado por tristeza fue confundida por alegría. Estaba cansado, y el doctor le explicó que su agonía se iba a extender por dos meses más. Y luego nada, la muerte no se puede explicar y tiene que hallar una persona que herede el OFA antes de eso. Vaya vida más corta y miserable. Por lo menos Allmight alcanzó suficiente edad para despedirse de sus más allegados. Izuku no tenía a nadie. La única persona que le importaba además de Katsuki era su madre. 

Y no, ella no podía saber, no quería seguir haciéndole daño con sus irresponsabilidades. 

Desde su ventana podía ver el verano irse, y lo deprimía. Esa noche se acostó sin comer, no podía hacerlo sin tener la necesidad imperiosa de vomitar. Así que su dieta básicamente se trataba de bebidas energéticas y barras de proteína. Lo suficientemente llenas de energía para moverlo. Pero no eran suficientes para mantenerlo, las costillas se estaban notando en su piel. Sus dedos seguían chuecos pero mucho más huesudos que antes, y su corazón era una hoja de otoño. Seca y a punto de romperse en cientos de pedazos. Uno tras otro, cayendo al vacío y volando con el viento. 

La mañana siguiente estaba más helada de lo común, los dedos de sus pies seguían rígidos y el calor no llegó a calentar todo su cuerpo. El tatami bajo su cuerpo tampoco ayudaba, nada lo hacía. Su sangre no era eficiente y su sistema tampoco. Sería tan fácil operarse y seguir viviendo, ¿podría vivir sin sentirse una miseria por amarlo? Era sinónimo de morir, el resultado seguía siendo el mismo. Muerte y más muerte. Suspiró y las náuseas subieron por su esófago hasta quemar su garganta, la sangre se acomodó en su lengua y llegar al baño resultó más fácil de lo que imaginó. Cada día era asi, enfermedad consumiendo sus energías. 

Miles de pétalos rojos, negros y blancos se acumularon en el inodoro junto a la sangre y el montón de saliva. Era horrible, su cuerpo destruía las flores que nunca pudo identificar y le quitaban belleza a lo que alguna vez fue admirable. Las flores en un inicio salieron sanas, decorando los baños de la UA con colores vivos. Ahora, en su departamento personal, podridas caían por sus labios. Quizás el amor que tanto había desperdiciado en Katsuki lo estaba castigando más de lo común. Ahora no solamente la muerte lo seguía, sino también la putrefacción de la misma. Tan miserable. 

Las Rosas También Florecen En InviernoWhere stories live. Discover now