P2: Capítulo 33

30.8K 2K 225
                                    

Jamás me había sentido tan unida a alguien, que no fueran mis padres, como lo hacía a Alhaster. No podía entender nuestro vínculo o los límites que tenía, pero empezaba a hacerme la idea de que nada de lo que sentía mermaría con el tiempo. Con las manos de Alhaster en mi cintura y las mías en su cuello, solo éramos nosotros dos; nada más existía a nuestro alrededor.

—Búsquense una habitación, sus demostraciones de afecto son incómodas —bufó Brennan, haciéndome reír.

—Nada de habitaciones —replicó mi padre.

Sentí mi rostro calentarse y dejé de sostenerme a Alhaster para descansar mi frente en su pecho, ocultando mi vergüenza. Vergüenza que papá no disminuyo al continuar.

—Pero sí, agradecería que disminuyeran el entusiasmo.

Alhaster masculló algo como «envidiosos» y yo me giré resignada para observar al grupo y saludar a papá que no tenía que bromear para llamar mi atención. Dejé a mi dragón y caminé hasta Haru, que me recibió con brazos abiertos. A su lado derecho estaba Luigi, que apretó mi hombro, y a su izquierda Brennan que, observé con sorpresa, se veía ofuscado. Menos como la persona alegre que conocía y más como si hubiera tenido un mal día.

Sonreí a papá cuando mencionó que se arrepentía no haber traído un dispositivo de rastreo, pero no pudo ofrecer una respuesta inteligente, porque el ceño fruncido del lobo era un distractor.

—Brennan, ¿te encuentras bien?

El lobo me miró consternado, como si no supiera que llevaba un rato sin hacer gala de su actitud toda-sonrisas. Yo me sorprendí el doble al darme cuenta que, a su otro lado, Cassie estaba igual de fastidiada.

—Bien, parece que me perdí más que a mí misma.

—Nada que pueda interesar —replicó el hada, haciéndome arquear una ceja en su dirección—. Me hace feliz encontrarte, por cierto. Ahora, iré a pasear un rato, volveré en un par de horas —terminó y caminó lejos de nosotros sin permitirme una respuesta.

—¿Qué le sucedió? —cuestioné, mirando a los chicos.

—Pregúntale al grandote, tal vez él la entienda —respondió Brennan.

Pude haber comentado lo raro que me resultaba sentir tanta tensión entre ellos, sin embargo, sostuve la poca prudencia que reservaba para casos como esos y dirigí la conversación a un punto seguro.

—Hablando del grandote... ¿Dónde está? ¿Y mamá?

—Ya vamos, cariño, solo aprendo un poco de la vida con este amable hombre...

Esa voz. Sonreí sin poder contenerme y esquivé con maestría a los tres hombres que impedían mi visión. Eu Sung, a solo un corto tramo de distancia, se dirigía a nosotros en compañía de las dos personas restantes en nuestra reunión. Lucía igual de hermosa que siempre, con el cabello recogido en chungos y la sonrisa más bonita del mundo.

No vestía ropa extravagante o pijamas. Usaba muchas telas traslucidas en color azul, que, unidas de manera estratégica y con una cinta dorada en la cintura y el hombro, formaban una túnica preciosísima. Algo que solo se vería perfecto en ella.

—Deja de adularme, que has vivido más que yo. —Se quejó Beegie, mientras caminaba encorvado, siendo sostenido por mamá y con Piwi custodiándolos a ambos.

—La edad no siempre se traduce en experiencia positiva y usted lo debe saber muy bien —replicó mamá, haciendo gala de su buen tino y el hombre sonrió como si acabara de encontrar que sus palabras eran la respuesta a la vida.

Beegie dejó la mano de mi madre cuando estuvieron a la par nuestra y fue recibido por Haliee, que apareció junto a mí y le sonrió como solo se le hacía a un padre. A su vez, yo me permití un momento infantil y salté al cuello de mamá, que rio por mi exabrupto, sin rechazarme. Eu Sung acarició mi cabello y yo reforcé mi agarre, sabiendo que tenía que abrazar los pocos momentos que compartíamos, pues eran efímeros.

CDU 1 - El despertar de Ilora [GRATIS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora