P2: Capítulo 18

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—¿Impresionada? —preguntó con tono superior, haciéndome reír.

—Solo un poco. Pensé que serías más grande.

—¿Más grande aún que esto?—dijo, inclinando su cabeza al costado y dejándome ver que sus ojos eran justo como los recordaba: grandes, verdes y brillantes, como un par de esmeraldas—. Si fuera más grande no entraría en Umbrarum.

Mordiéndome el labio inferior para no reír caminé hasta Alhaster, que se agazapó en el suelo. Estuve justo frente a su hocico y levanté el brazo para tocarle, pero no me acerqué. Él lo hizo en mi lugar, estirando su cuello para que mi mano callera justo allí, en medio de su cabeza. Acaricié su rostro, yendo desde el medio de sus ojos hasta terminar en su nariz, y viceversa.

A medida que pasaba el tiempo, Alhaster fue cerrando los ojos y su respiración se hizo más lenta, a la par de mis caricias.

Eres tan hermoso como dragón y como humano, pensé para mis adentros, o eso creí que hacía.

—Muchas gracias —respondió riendo en mi cabeza, a la vez que el rubor se extendió por mis mejillas—. Pero, si de hermosura hablamos, tú eres la más adecuada asociación.

¿Cómo hiciste eso? —pregunté alarmada.

No me gustaba saber que ni siquiera se me permitiera privacidad en mis pensamientos. Y Haru no debería saber lo que pensaba en muchas oportunidades, porque entonces me prohibiría salir hasta los treinta años.

—Los dragones nos comunicamos por telepatía, Ilora. Ahora que despertaste, debes aprender a hacerlo.

—¿cómo?

—Es fácil, en realidad. Solo piensa en mí y, cuando quieras decirme algo, usa tu mente en lugar de tu boca. Inténtalo —explicó y sus ojos me observaron entre abiertos.

Cerré los ojos y respiré hondo. Alhaster. Su nombre viajaba en las paredes de mi cabeza. Una palabra fácil, ¿cuál podría ser?

—Esmeraldas —dije.

El corazón me dio un vuelco cuando la risa de Alhaster retumbó por todo mí ser.

—¿Esmeraldas? ¿En serio? —preguntó entre risas.

—Lo siento, fue lo primero que se me ocurrió —respondí, excusándome avergonzada. No admitiría que mi elección había sido tomada por sus ojos y él tampoco insistió acerca del origen.

Descuida, he escuchado cosas peores —replicó Alhaster y juraría que estaba sonriendo, si es que los dragones lo hacían—. ¿Te gustaría volar?

¿Volar? ¿Cómo?

—¿Crees que estas son de adorno? —cuestionó, desplegando sus alas y provocando que una nube de polvo se levantara a nuestro alrededor.

—¡Ah! Claro, perdona, yo... Sí, me encantaría volar contigo, Alhaster.

Ni bien terminé de pronunciar esas palabras, Alhaster dio media vuelta y recostó la mitad de su cuerpo de un lado para que yo pudiera subir. No sin esfuerzo, me coloqué sobre su lomo, sosteniéndome de sus escamas. Temí que le doliera, pero me tranquilizó diciendo que hacía falta muchísimo más para hacerle sentir dolor.

—¿Estás lista, Ilora?

—Lista.

El silencio que había en el lugar se vio afectado por el batir de las alas del dragón. Alhaster se impulsó hacia el cielo con sus patas y, en cuestión de segundos, estábamos volando.

CDU 1 - El despertar de Ilora [GRATIS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora