P1: Capítulo 2

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Desperté en el piso de una estrecha celda, la luz del sol ingresaba por el medio de los barrotes de una pequeña ventana en lo alto del muro. Se distinguían cientos de celdas más a lo largo de un pasillo que parecía interminable. Mi visión aún era un poco borrosa y no quería ni imaginarme cómo lucía mi rostro en ese instante.

Gimiendo del dolor, me puse de pie para observar por la ventana. El escudo de Lordania se izaba en lo que parecía un gran patio central y una horca se alzaba en medio, esperando por una víctima. O, más bien, por mí.

El sonido de pasos fuera de mi celda alejó mi atención de la ventana y me instó a acercarme a los barrotes que daban al pasillo, donde dos soldados Lordinos avanzaban con premura. Retrocedí, asimilando que era el momento y que fallaría a la última orden de mi Reina; sin embargo, fui sorprendido al descubrir que llevarme a la horca no era su objetivo.

—El príncipe Alyos ha ordenado su liberación —dijo uno de ellos, mientras el otro abría el candado que sellaba mi celda.

Jamás había visto al príncipe, el heredero del trono de Lordania, y a pesar de que me esmeré bastante, no logré encontrar un motivo razonable por el que él ordenara mi liberación. Yo era un Normandio, el antiguo consejero de la reina Alina, una amenaza para su reino. Lo razonable hubiera sido que me dejara morir en la horca, que me aniquilara tal como su padre lo había hecho con toda Normandia. No que me liberara.

—Síganos, lo llevaremos con un caballo para que pueda regresar a Normandia —dijo el de las llaves, una vez salí de la celda.

—Querrá decir lo que queda de ella... —contradije, a lo que ambos guardaron silencio.

Seguí a los soldados a través del largo pasillo hasta que nos detuvimos frente a una celda vacía. La reja fue abierta y sellada con nosotros dentro, pero no alcancé a cuestionarme nada, pues uno de los hombres se adelantó para remover un poco de tierra del suelo, permitiendo que observáramos con claridad lo que fuera una trampilla de madera con una manilla de hierro oxidada por el paso de los años. El soldado tiró de la manilla, dejando ver un negro abismo. ¿Es que acaso todo era una trampa y pensaban encerrarme ahí hasta morir?

—Peter, dame esa antorcha —le dijo el que abrió la trampilla al otro.

El tal Peter sacó la antorcha encendida que había en la pared de la celda y se la entregó a su compañero, el cual comenzó a adentrarse en la oscuridad del agujero gracias a una precaria escalera de madera en la orilla del túnel.

—Ya puede bajar —dijo una vez que llegó al fondo.

Comencé a descender por la escalera, pero hasta con la iluminación de la antorcha me resultó difícil hacer. El túnel era profundo, de casi seis metros, y las tablas estaban a punto de quebrarse. Sin embargo, el descenso terminó más pronto de lo estimado y, una vez estuvimos en tierra firme, nos encontramos frente a un pasaje horizontal, por el cual podrían caminar unas dos personas. Escuché el ruido de la trampilla cerrándose sobre nuestras cabezas y fue inevitable que me tensara.

—¿Tu amigo no viene? —pregunté al soldado, que esperaba no tener que enfrentar, pues no me encontraba en el mejor estado.

—No, solo nos acompañó hasta aquí —replicó con fastidio.

—Entiendo, pero, ¿por qué todo esto?

—El príncipe Alyos lo pidió así.

—Ah, claro, supongo que no quiere que su padre se entere de que ayudó al enemigo —dije irónico. No creía ni un poco en el altruismo de Alyos de Lordania.

El soldado me dirigió una mirada severa, pues acababa de insultar a su príncipe, pero, al ver que no me retractaría, comenzó a caminar a través de la oscura galería. Lo seguí porque no tenía de otra. La débil luz de la antorcha era mi única guía y, aunque intenté captar algo en la piedra a mis costados, me fue imposible dilucidar más que la natural formación de las rocas, llenas de musgo y manchas oscuras. Me pregunté si alguien habría muerto en ese túnel.

CDU 1 - El despertar de Ilora [GRATIS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora