Capítulo 21

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Domingo 14 de Abril, 2013

Desperté con el sonido del reloj y me encontré sudando con la respiración acelerada, a pesar del frío en la habitación. Al abrir los ojos, me encontré con mi madre mirándome desde el otro extremo de la estancia. Parecía una estatua que me observaba fijamente, con una mirada penetrante.

-Necesitamos hablar -dijo en voz baja.

Dubitativa, me quité las mantas de encima. Caminé hacia ella, con el ceño fruncido. La mirada de mi madre era fría, calculadora. No sabía lo que ocurría, pero hacía que mi sangre se helara por completo. Me guió hasta la cocina, donde estaba mi padre sentado en la mesa del comedor. El silencio era mucho peor que los sonidos ensordecedores que siempre inundaban el ambiente de la casa. Mi madre se sentó al lado de mi padre. Los dos, desde allí, me atravesaron con la mirada como si yo hubiese hecho algo incorrecto. No me molesté en abrir la silla para sentarme con ellos.

-¿Qué es lo que ocurre? -pregunté con aire inquisitivo.

Oculté las manos detrás de mí.

-Tu padre y yo hemos hablado sobre esto... -dijo mi madre, sin mirarme en absoluto.

-¿Sobre qué?

Hubo un minuto de silencio. Mi padre se rascaba la cabeza con nerviosismo, o tal vez por la ansiedad. No entendía nada de lo que estaba ocurriendo.

-Nos preocupamos por ti.

Apreté la mandíbula y los puños con fuerza. Las cicatrices en las palmas de mis manos latieron, reviviendo el dolor en ellas.

-¿Por qué? -pregunté entre dientes.

Permanecí con la mirada fija en el vacío.

-Porque tú no estás actuando normal.

-Díganme -dije en voz baja- cómo es para ustedes actuar normal.

Mi padre se removió en el asiento. Él no planeó esta conversación. «Fue mi madre», descubrí en silencio. Ella lanzó un bufido de cansancio. Su ceño fruncido no le quitaba lo débil y casada que se veía.

-Esto no está bien. Tú abandonaste el colegio.

-No lo abandoné. Los profesores nunca asisten.

-Pero ni siquiera vas al colegio para averiguarlo. Te quedas aquí, encerrada, leyendo todo el día o saliendo a hurtadillas de la casa. ¿Por qué estás haciendo todo esto?

Apreté los labios.

-Nunca en tu vida has invitado a una de tus amigas a casa. Nunca te hemos visto con alguien en quien confiaras, alguien con quien compartieras...

-¿Por qué haces esto? -exclamé.

Mi madre se quedó de piedra.

-Brenda...

-¿Por qué ahora? -espeté, mi voz se quebró.

«No te derrumbes, no permitas que esto te afecte

-¿Pero qué dices? ¡Si siempre nos hemos preocupado por ti!

-No es cierto.

-Claro que lo es -dijo mi madre, fingiendo sonar demandante-. He ido al colegio. He hablado con todos tus compañeros de clase, incluso con los profesores. A penas hablas con ellos, a penas abres la boca en todas las clases. Nadie sabe nada de ti.

-Ha sido así toda mi vida -respondí entre dientes, una ira burbujeaba en mi interior -. Pero recién ahora te has dado cuenta. Esa es la diferencia.

Cuando los ángeles merecen morirWhere stories live. Discover now