El jueves me llega otra carta de Xavier, de esas tan misteriosas que siempre me llegan. Es ahí cuando sé que sus juegos no son más que una pantalla para los demás, incluso para Sam, porque de quien realmente se quiere vengar es de mí. No le importa que nadie se entere de su venganza, le basta con presenciar el daño ajeno que causa personalmente.

La nota está en mi libro de Hija de Humo y Hueso. Me estremezco: Xavier me conoce tan bien, sabe que es el peor lugar para guardarlo, es profanar mis libros con sus sucias manos. De pronto lo odio con más intensidad, no sólo por atreverse a tocar mis libros, sino porque ahora, cada vez que vea este en especial, ya no recordare a Loan con una sonrisa, si no a él, a su retorcido rostro de ángel maldito y su sonrisa envenenada.

"Eres lo que más quiero".

Sencilla y letal, como una pequeña serpiente. Las palabras son tan inocentes, podrían sonar románticas incluso si no fuera porque reconozco el estilo de Xavier. Odió esas palabras, sólo leerlas hacen que me sienta sucia, intoxicada. Y la rosa. La rosa nunca falta. Pero esta vez no es negra, sino blanca, lo cual me perturba aún más, si cabe.

-¡Maldito!- arrojo la nota lejos de mí, hacia una esquina de mi cuarto, abrazando el libro contra mi pecho.

Ni siquiera me atrevo a tocar la rosa, como si contuviera veneno. Y, por lo que sé de él, bien podría ser así.

Pero nada pasa. El jueves termina con normalidad y el viernes me va incluso mejor: parece que los seguidores robots de Xavier se han aburrido y ya casi no escucho comentarios estúpidos ni recibo empujones "accidentales".

El muy maldito debe estar jugando conmigo, sólo haciéndome creer que me encajara sus mortíferos colmillos cuando en realidad no planea hacer nada. Mejor que juegue un poco con mis nervios y mi mente y no que me ataque realmente.

A pesar de todo, parece que el universo busca un balance cuando, el viernes por la tarde, hablo con Loan.

"Decidido" escribe sin que venga a cuento. Estamos quejándonos de nuestras horribles escuela, así que no sé de donde le viene la inspiración "Tenemos que conocernos"

"Eso ya lo has dicho mil veces" le reprocho.

"Esta vez es diferente. Iré como en una semana a visitar a mis parientes de los que te conté. Quizás pueda escaparme un ratito 😉"

Oh. Por. Dios.

Oh por Dios.

¡Oh por Dios! ¡Oh por Dios! ¡Oh por Dios!

La emoción me invade a tal punto que me quedo en blanco, tan sólo mirando la pantalla de mi laptop sin verla realmente y con una estúpida sonrisa ensanchando mi rostro.

"estas ahí?"

"Lo siento, es que no me lo puedo creer"

"Pues creetelo: pronto vamos a vernos en persona"

Pienso que esto es con lo que sueñan todas las personas: encontrar al amor de su vida y yo lo he encontrado, sólo falta conocerlo en persona. Suena a demasiado, pero no creo que en verdad lo sea. Loan y yo platicamos tan cómodamente como si nos conociéramos de toda la vida y me niego a creer que eso podría cambiar, creo que el por fin vernos cara a cara no hará más que mejorar nuestra relación.

Ese día no quedamos en nada exacto, sólo sabemos que nos veremos pronto. Ya aclararemos el cómo, cuándo y dónde después, cuando Loan sepa con certeza cuanto tiempo estará aquí.

No puedo esperar para contárselo a Sam. Hago gala de mi extrema paciencia al no ir directamente a su casa a contárselo, de hecho no le menciono nada cuando hablamos por teléfono o por chat. Igual hemos quedado de vernos mañana, pues quiere que le ayude a buscar el saxofón que sus padres le darán de obsequio en su próximo cumpleaños. Sam solía tocar, pero últimamente no lo hace mucho, pues su saxofón ya esta bastante viejo, lo tiene desde pequeño.

Nos vemos a las 10 en un parque que esta más o menos a la misma distancia de su casa que de la mía. Desde ahí también nos queda cerca la tienda de música favorita de Sam. Empezamos a platicar tranquilamente inmediatamente después de saludarnos. Estoy actuando completamente normal, o eso creo hasta que Sam se interrumpe justo antes de entrar a la tienda.

-Violet...- vacila-. Deja de actuar tan casual, sé que hay algo que te mueres por contarme.

-¿Eh?- y yo que creía que no se me notaba-. ¿Cómo lo sabes?

-Irradias emoción por cada poro de tu cuerpo- bufa empujando la puerta del lugar-. Apenas puedes contenerte. Habla ya o me pondré igual de ansioso.

Así que lo suelto:

-Loan vendrá.

-¿Qué?- Sam se detiene a mitad de un pasillo de fundas para piano y guitarra. No me mira-. ¿Puedes repetir eso?

-Loan vendrá. ¿Recuerdas esos familiares que te mencioné? Pues vendrá a verlos y pasara a verme.

-¿Cuando?

-Como en una semana.

-Wow.

-Lo mismo dije.

Pero, por su expresión, puedo deducir que su "Wow" no es igual al mío. No hay emoción desbordante y felicidad infinita. Hay incredulidad y... ¿temor?

Continuamos hablando de lo mismo, pero Sam parece como desconectado. Nos ponemos a ver varios saxofones, mas no parece realmente interesado en ninguno, incluso pareciera que no los reconoce, como si su concepto de "saxofón" fuera diferente al de la tienda. Así que nos vamos, pero Sam no quiere ir a más tiendas, dice que por hoy es suficiente de instrumentos. Nos quedamos platicando un rato más en el parque, aunque no mucho. Nos despedimos poco después y Sam se va, con la misma expresión ausente que ha presentado desde la tienda.

No entiendo que le sucede. A veces los chicos pueden ser realmente extraños. Como sea, quizá suene egoísta, pero no pienso mucho tiempo en mi amigo, estoy demasiada alegre todavía por la noticia para pensar en nada más.

Sólo hay una cosa que puede hacerme olvidar toda mi felicidad y ni siquiera pienso en ello. Tal vez debería haberlo hecho para así no llevarme un susto tan grande. Pero no lo hago.

Me percato de ello justo cuando estoy encima, literalmente, y no verlo sería una estupidez.

Rosas. Rosas blancas y rojas, frescas, como recién cortadas llenando los escalones de entrada y formando un corazón. Quien pase no vería nada más que un signo de romanticismo y verdadero amor... excepto que no lo es.

Lanzo un gemido involuntario. ¿Qué demonios? Sin pensármelo dos veces, pateó las rosas con fuerza, desperdigandolas por el patio y aplastandolas hasta que desaparece su hermoso aspecto. Oh, Dios mío, esto no puede estar pasando.

Los pétalos no se van, los tomo en puños y los lanzó lejos, pero el viento me los devuelve. Maldito sea, es un idiota. Un idiota que me aterra a tal punto que estoy llorando.

Cierro los ojos por un momento, recordando aquella vez, hace varios meses, en que lo vi por primera vez como en realidad es. Aún puedo verlo como si pasara en este mismo instante.

Aprieto los ojos con fuerza y, por primera vez en mucho tiempo, me permito recordar.

CPS(Comento Para Saber)Where stories live. Discover now