CAPÍTULO 3.

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Había silencio, la noticia de que la guerra llegaría pronto había penetrado sobre los habitantes de Londres, la ciudad se había inundado de tristeza

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Había silencio, la noticia de que la guerra llegaría pronto había penetrado sobre los habitantes de Londres, la ciudad se había inundado de tristeza. Algunos dejaron sus pertenencias y sus hogares, apenas llevándose consigo un par de prendas, algunos abandonaron el país y unos cuantos ignorantes se rehusaban a aceptar la idea de que la guerra llegaría, así que decidieron quedarse en sus hogares a disfrutar el fuego de las chimeneas.

Unas cuantas familias enviaron a sus hijos a las afueras en los pueblos cercanos con alguna familia y si tenían suerte como los Darling, los enviaban a otro país con algún familiar.

Jane Darling no había podido conciliar el sueño del todo, apenas durmió unas tres horas, lloro en silencio toda la noche pidiéndole a aquella estrella que aquel niño que juro jamás crecer apareciera por la ventana, con esa deslumbrante sonrisa y esos ojos verdes sedientos de aventuras de los que su madre le hablaba en sus historias, se levantó de la cama, anduvo en sumo cuidado de no hacer ruido hasta la ventana. Le importo muy poco que sus pies se congelaran, aun sollozando contemplo la segunda estrella a la derecha y siguió susurrando su plegaria, pero su única respuesta fue el sonido del viento y algún búho que se escuchaba a lo lejos. Se quedó ahí de pie hasta que el sol comenzó a despertar, y aquel niño jamás apareció por la ventana.

Cuando el sol se asomó por completo sobre Londres Jane ya se encontraba vestida, sus maletas se encontraban en la planta baja al lado de la puerta, ya llevaba el abrigo y el gorro puesto, los guantes los llevaba en el bolsillo del abrigo. A pesar de que amaba los panecillos de su madre, Jane apenas pudo probarlos, se veía perdida, veía algún punto fijo de la habitación y aquella distinguida energía además de su sonrisa deslumbrante estaba ausente.

Believe JaneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora