Capitulo 9 (Final)

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   Durante dos días, Katsuki estuvo mirando fijamente a Aizawa con calmosa malevolencia e insultándolo sin parar. Con menor grado de resentimiento insultaba al fiscal Sir Nighteye, sentado frente al doctor, un joven interno y a la enfermera. Esta vez eran Sir Nighteye y Aizawa quienes llevaban la voz cantante, tal vez escarmentados porque el día anterior Katsuki se dejó llevar por los nervios y dificultó las cosas. Aizawa dio comienzo al interrogatorio diciendo que hoy sabían algo nuevo. Izuku prácticamente lo había confesado todo y la policía había recuperado el arma. Además, en el cuarto de baño de su hermano habían encontrado bastante cosas de interés que servían como prueba. Por otra parte, los sacos de dinero constituían el móvil del crimen. Katsuki respondió a todo ello diciendo que Aizawa era un mentiroso; tanto el como Nighteye eran de la misma calaña, que figuraban en su nómina y ahora se habían vuelto contra suya. A esto respondió Aizawa haciendo una mueca y comentando que Katsuki ko sabía lo que decía. Y añadió que, como amigo suyo que era, deseaba que hablara con franqueza para que pudiera restablecerse. Él, por su parte, no se extrañaría de que a Katsuki le dejaran en libertad condicional, especialmente teniendo en cuenta lo que había declarado el muchacho.

   A esto respondió Katsuki que no le sorprendería que Aizawa tuviera algo que ver con la muerte de Ojiro Mashirao, y que debería tener cuidado, ahora que habían encontrado el cadáver. El doctor, protestaba contra aquella forma de proceder, aduciendo que cada minuto que pasaba se debilitaba más la vitalidad del paciente, y que, de continuar así, declinaba toda responsabilidad por lo que pudiera suceder.

   Cuando se marcharon, Katsuki se dejó caer sin fuerzas sobre la almohada y le dijo a uno de los policias uniformados que estaba sentado en un rincón leyendo revistas:

   - ¿Por qué no me pueden dejar tranquilo? ¿A qué viene insistir tanto si saben que no voy a hablar?

   - Oh, claro que hablará.

   - Se ve que usted no me conoce bien.

   - Y se ve que usted no sabe bien lo que tiene.

   - ¿Qué tengo?

   - Peritonitis, Bakugo. Le cosieron los agujeros que tenía en los intestinos, y eso no duele. Pero eso no es más que el principio. Después se presenta la peritonitis y luego sube la temperatura. Ahora tiene treinta y ocho grados ¿sabe? Pero subirá a treinta y nueve, y tal vez a cuarenta. Bueno, cuanto más le suba, menos podrá tener la boca cerrada. Entonces te vuelves loco, hablas hasta apor los codos, y afuera está a punto el taquígrafo de la policía.

   - Ahora lo entiendo.

   - Lo mató el muchacho ¿verdad?

   - No tengo nada que decir.

   - Esta bien.

   La enfermera le trajo una bolsa de hielo.

   Alrededor del mediodía se presentó Eijiro delante de la puerta. Katsuki le hizo señas para que entrase y los dos empezaron un largo cuchicheos de consultas, en tanto que el agente continuaba leyendo su revista. Cuando se marchó, la enfermera le trajo más hielo.

   Transcurría la larga tarde y Katsuki luchaba por mantener la boca cerrada. Al cabo de un rato preguntó:

   - ¿Qué hora es?

   - Las cuatro treinta y cinco.

   - Estoy dispuesto a hablar.

   - ¿Qué?

   - No me ha oído?

   - Esta bien. Voy en busca del taquígrafo.

   - Eh, un momento; no tan aprisa. No me importa que esté delante el tipo ése de los garabatos. Pero no quiero hablar aquí. Yo tengo mis propias ideas acerca de esto.

Blood RedDonde viven las historias. Descúbrelo ahora