Lauren se acercó y le sonrió para alegrarla, Camila la tomó sorpresivamente del cuello y la besó, lloró angustiada, le dijo cuanto la amaba, la nena conmovida se levantó y también las abrazó y las tres lloraron entre felices y tristes por la suerte que tenían y por esos valientes agentes que habían muerto.

Poco después decidieron descansar, la bebé se acostó entre sus amadas mamás y con sus manitas señaló el cielorraso del cuarto del hospital diciendo que ahí no podría contar estrellas.

La iglesia católica se pronunció en contra del ataque, unas horas después del terrible acontecimiento, las chicas se miraron un poco confusas y un tanto recelosas, pero poco después se dieron cuenta que el mundo entero hacia protestas masivas, los derechos Humanos y sus organizaciones explotaron con duras criticas, la sociedad mayamera más moderna y tolerante también estalló con durísimas criticas en contra de la iglesia de origen ortodoxo y para asombro de la familia Jauregui-Cabello la ley se estaba encargando de encontrar a todos y cada uno de los atacantes.

Sin embargo esa noche Lauren con ese traje ejecutivo que le daba aires de seriedad de alta elite, miraba con ojos perdidos hacia el jardín, la bruma de la lluvia aún empañaba los cristales de la sala de su estudio un tanto oscuro, la vocecita de Sophia se escuchaba mientras a unos metros de Lauren en el suelo construía un palacio con objetos de oficina que tenía Lauren y que ya no los usaba. Tenía tomada una decisión.

Camila entró al despachó aun mostrando un golpe en la frente bastante azulado y miró a su esposa mirando a la nada a través del cristal del ventanal.

Lauren la sintió entrar y escucho a su adorada bebé preguntar algo sobre la cena.

―Camila, nos mudaremos a Alemania. ―dijo Lauren volteando hacia su esposa y aflojando su corbata negra― No es seguro Miami para nuestra hija, por mucho que digan que están en desacuerdo con el ataque, que media población proteste, siempre habrá algún loco que haga una cosas de estas. Debemos irnos para que los ánimos se calmen y se olviden de nosotras. ―Camila tomo en brazos a Sophia que jugó con sus risos.

Mi madre me lo ha dicho antes, y creo que tú y ella tienen razón. ―dijo ella besando a la chiquita.

Lauren miró con seriedad a Camila, su mirada estaba llena de lo que por primera vez Camila identificó a un miedo incuestionable, no un miedo cobarde, no, era un miedo a perderlas, se imaginó lo terrible que le debe haber sido a la pelinegra ver como el auto donde su esposa e hija estaban, era acribillado a balazos, a pesar de que ella había estado dentro del auto, comprendía que el miedo del espectador pasivo que tiene sentimientos muy fuertes hacia las victimas puede sufrir incluso más que los agredidos.

Nos iremos sin llamar la atención y viviremos al sur de Alemania, donde tu padre estudió...

Erlangen. ―susurro Lauren― Bueno, viviremos en Nürnberg, es una ciudad bella...es precisamente lo contrario a Miami... Será perfecto.

Me parece muy bien. ―dijo Camila abrazando a Lauren para que se sintiera amada, para que juntas superaran el terrible acontecimiento del que fueron victimas― Te amo Lern, es hora que tengamos una vida plena y lejos de donde nos quieren lastimar.

Sí. ―dijo ella.

Yo quiero un caballito. ―dijo Sophia pensativa entre el abrazo de sus madres, Lauren sonrió y besó a Sophia.

Ya veremos, quizás vayamos a Europa para que veas los campos y trotes con un caballito. ―dijo Camila.

Genial. ―dijo ella abrazando a su madre― ¿Aún te duele mami? ―preguntó la chiquita mirando el golpe de su madre aún morado y acariciando despacio sobre la ceja.

No mi amor, ya no me duele tanto.

Que bueno, pero... ―miró a su madre pelinegra― Hubieras visto mami, el salto que dio el carro, era enorme y muuucho ruido, hubieras visto mamá.―dijo la nena a Lauren, ella a pesar que palidecía cada vez que la chiquilla hacía mención a esa terrible tarde no le demostraba miedo y le sonreía con timidez― Por eso mi mamita Cami se ha golpeado su cabecita...

―Ya veo. ―dijo Lauren como intentando dar a entender que eso era muy común o como que la explicación era genial― Espero que eso no vuelva a pasar... ¿No tienes hambre Sophia?

¡SÍ! ―dijo ella besando a Camila― ¡Quiero muuucha soopaa! ―dijo antes de bajarse de su madre y correr en rumbo al comedor. Camila miró a Lauren y le sonrió.

Ella no entiende que el mundo esta lleno de locos, es mejor que se quede así, mucho mejor. ―dijo Camila y una preocupada Lauren Jauregui asintió besando apasionadamente a la mujer de su vida.

Bien, llamaré a Dinah para que nos arregle la residencia alemana y que nos permita marchar en cuanto antes sin que nadie que no sean nuestros padres se enteren. ―dijo Lauren buscando su celular.

Camila la detuvo.

Lern... ―le susurró mientras ella marcaba concentrada el celular de su mejor amiga.

―Dime. ―le dijo ella sin apartar la vista de su aparato electrónico.

Sé que te sonará descabellado. ―dijo esta poniendo sus manos con delicadeza alrededor del cuello de Lauren presionando las manos de esta contra su propio cuerpo, Lauren la miró extrañada y acomodó sus manos en su cintura― Que probablemente te niegues. ―continuó Camila bajando la voz aún más para acariciar con sus labios a Lauren, esta aún sorprendida se limitaba a mirar sus ojos que por el clima se miraban muy oscuros― Que creas que me hace falta un tornillo, ya que con todo esto, no es momento, pero... ―Camila le quitó la corbata, con una sensual suavidad que dejó a Lauren en una especie de trance, luego miró como le desabotonó con cuidado los primeros botones de su camisa y le dio un beso muy tierno en el cuello― Sé, que es mejor que te lo diga. ―sus labios la besaron con pasión― Quiero antes que nos vayamos, embarazarme nuevamente... No me importa que nazca en Alemania y se nacionalice de allá, pero quiero que tengamos otra nena... ―el apasionado momento que Camila le había creado mientras le acariciaba se evaporó como el alcohol al ser calentado, con una velocidad sorprendente y en su rostro a pesar de todo apareció una sonrisa.

Ricitos, no me voy a negar... Pero debo admitir que es una idea un tanto egoísta. ―Camila la miró entre sorprendida y feliz― Esta vez, yo seré la madre que lo lleve en su vientre. ―dijo ella mirando suplicante a Camila, esta sonrió.

Claro, por mi no hay ningún problema, te amo.

Yo más. ―dijo Lauren que ahora estaba por cumplir los 26 y era la edad que mejor le parecía ahora para tener su primer embarazo en sí misma.

Mamis. ―se oyó la voz dulce de Sophia― Mi noni quiere que bajen a comer... Yo también, que tengo hambre. ―dijo la chiquita a recostada contra la puerta y con una sonrisita de complicidad. Sus madres sonrieron.

¿Sabes, Sophi que le pasa al que llega de último al comedor? ―preguntó Lauren poniéndose a la altura de su bebé.

No, no sé ¿Qué le pasa mami? ―dijo la chiquita poniendo una graciosa carita de sorpresa.

¡Se come el plato más pequeño! ―dijo cuando salió como una bala a la cocina.

¡Hey! ¡Eso no es justo! ―dijo Camila cuando tomó a su hija y corrió tras la tramposa de Lauren.

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