Capítulo 11

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–¿Decir que?– le pregunte como si no supiera de lo que estaba hablando. La lenta melodía de la radio en la esquina de la cocina llenaba el silencio, Era una lenta melodía de piano que venía de las bocinas de esta mientras esperaba que Lisa me respondiera. Coloque lentamente la cucharada de sal en el tazón.

–Lo que dijiste de que me amabas... –ella susurro, y la mire a ver. Ella tenía su mirada en el suelo, sus manos completamente en los bolsillos de su abrigo, su cabello en su frente. Había algo de timidez en ella, como si estuviera tan nerviosa como yo lo estaba.

–Claro que lo quise decir –le respondí, tratando de ser un poco seria, mientras miraba el libro de cocina que tenía para saber cuál era el siguiente ingrediente.

–¿De verdad? –levantó su mirada, sus ojos marrones y penetrantes. Todo en ella me ponía fuera de mi cuerpo, haciendo que mis palabras sean torpes y que mi corazón vaya más rápido.

Asentí mientras me encogía un poco de hombros– Si.

Hubo una pausa después de mi respuesta, un momento dulce que quería agarrar y guardarlo en mi bolsillo por siempre.

–Necesitamos huevos –dijo finalmente mirando hacia abajo, mientras sus mejillas se tornaban rosadas– dos huevos.

Asentí y me dirigí a la nevera, ignorando mis pasos torpes.

–Si dejas caer algunas cascaras de huevo tendré que matarte –me respondió mientras seguía moviendo su pie.

Yo solo sonreí, abrí la nevera mientras hacia una mueca ante su respuesta.

A pesar de mis fracasos iniciales para hornear, Lisa y yo nos las arreglamos para batir la mezcla juntos, lo hicimos bastante bien.

Habíamos vertido la mezcla en un molde antes de que Rosé regresara a la tienda.

–Estoy algo impresionada, Jennie –Lisa remarco mientras colocaba la mezcla en el horno– había una gran posibilidad de que esto terminara en desastre pero supimos manejarlo.

–Hay una esperanza de que no quememos nuestro trabajo –le conteste mientras cerraba el horno.

Ella se encogió de hombros, se dirigió hacia la pared de azulejos de color amarillo, y se deslizo por la superficie de esta para sentarse en el suelo con un bostezo– No lo sé, tal vez si le pusieras mucho glaseado aunque este quemado, me lo comería.

–Lo voy a tomar en cuenta –le respondí mientras pasaba una mano por mi cabello para luego soltar un bostezo también– estás haciendo que me de sueño Manoban.

Me senté en el suelo junto con ella– duerme una siesta conmigo entonces, este piso es cómodo.

–¿Lo es? –le pregunte mientras tomaba mi bolso y me acomodaba a su lado apoyando mi cabeza en la pared.

–No mucho –deslizo sus manos en los bolsillos de su pantalón, luciendo adormilada, parecía un osito de felpa con cabello rebelde.

Abrí mi boca, y luego la volví a cerrar no queriendo interrumpir la melodía de piano que salía de la radio. Creo que una de mis cosas favoritas sobre Lisa era su compañía silenciosa. Yo no era una persona calmada, no lo era en ningún sentido de la palabra. Pero a Lisa parecía no importarle.

Iba a comenzar a memorizar las líneas de la pared con mi mirada cuando Lisa finalmente hablo– están pensando darme quimioterapias de nuevo.

Me quede sin aire por un momento al escuchar sus palabras– ¿Qué? –le dije subiendo un poco mi voz.

Ella se encogió de hombros mientras se acomodaba en mi cuerpo, dejando que se acurrucara en mi– Piensan que eso me dará más tiempo.

Descanse mi barbilla en su cabeza. Yo quería que ella tuviera más tiempo, quería conseguirle más tiempo. Pero me fije en la forma que Lisa coloco sus manos en sus bolsillos, y en su voz con cierto nerviosismo. Entendí que Lisa no quería lo mismo. Para las personas que no han tenido cáncer, es imposible entender lo que es sentir que tu cuerpo se revele contra ti, sentir como la radiación de la quimioterapia se filtra en tus huesos y te ahoga en cansancio, cuando te pasa a ti consideras que morir es mejor que sufrir todo eso– ¿Ya les dijiste que no quieres?

–No es mi elección –contesto simplemente.

–Ya tienes 18 años, es tu cuerpo, puedes decir que no quieres.

Ella negó con su cabeza– No puedo. Es solo que ella... no la culpo a ella.

–¿Ella? –le pregunte, mientras sacaba su mano de su bolsillo, la tome y entrelace sus dedos con los míos.

–Mi mamá. No puedo decirle que no quiero –sus palabras eran confusas ahora, era como si Lisa no pudiera dejar sus emociones en claro para poder decir lo que sentía en una oración coherente.

Yo no hable, solo acaricie su mano con mi dedo pulgar, tratando de reconfortarla.

Ella tomo un respiro y continúo hablando– Ella cree que puede comprarme un poco más de tiempo, un mes, dos meses. Mas pastillas, eso serian dos semanas. Un poco de medicina experimental, eso sería un mes. Salvar a tu hija de morir en una habitación de un hospital con un dolor inmenso. Felicidades señora Amy, debería de estar orgullosa.

–Oh Lisa –le dije con un tono de preocupación mientras la abrazaba con fuerza. Creo en la barata metáfora del agua, Lisa era un rio, el tipo de rio con monstruos obscuros dentro de el–ella solo está haciendo esto porque te ama.

–Lo se –ella susurro– eso lo hace peor.

–Desearía poder reparar todo esto por ti –le dije colocando mi cabeza en su hombro– desearía poder comprarte todo el tiempo en el mundo.

–No digas eso –dijo mientras dejaba salir un suspiro.

–¿Por qué no? –le pregunte.

Creo que sabía porque, tal vez porque sabía que eso no podía pasar. Pero creo que ella nunca dejaría de sorprenderme– Porque cuando tú dices eso, a veces creo que puedes hacerlo –me respondió.

Y así como estábamos en el suelo de la cocina, creo que entendí la forma en que Hazel explicaba cómo se enamoró de Augustus mientras se quedó dormida: Lentamente y todo a la misma vez.

Catch Me, I'm Falling (Jenlisa G!P)Where stories live. Discover now