IX.

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—¡No! —exclamo su padre viendo a la chica—. Tiene dieciocho años apenas, no se trata de amor. No tengo nada en contra de su amor, podrían ser los novios más increíbles, ¿pero casarse? No, para nada, es demasiado pronto para eso.

—Papá, pero...

—Katelyn Michigan, ¿sabes lo que conlleva un matrimonio? —pregunto su madre—. No se trata simplemente de la boda, besitos y viajes, probablemente esa es la mejor parte, sumándole otras cuantas, pero son más las cosas difíciles de sobrellevar. Aun estas muy joven.

—Dije que sí porque estoy segura de la respuesta y no necesariamente debemos casarnos ahora—comento—. Él aun esta en Nashville y tendrá que pasar por lo menos un año más por allá, vendrá constantemente y solo estamos comprometidos, cualquier cosa puede pasar.

—Independientemente, es una edad demasiado joven para el matrimonio.

—He visto parejas que se casan a los dieciocho y duran toda la vida, así como he visto algunas que se casan llegando a sus treinta y se separan a los dos años o menos, la verdad lo que menos importa pienso yo, es la edad que las personas tengan, pero si la madurez con la que ambos afronten la unión—la respuesta de Kate hizo que sus padres le miraran con ternura a pesar de estar enojados por la locura de su hija.

—¿De qué van a vivir? No digo que no pueda suceder, pero ninguno de los dos ha empezado la universidad, tu trabajo no da para mantener todos los gastos que genera una vida de dos y Michael piensa ser jugador de futbol para ganarse la vida. No tengo nada en contra de eso, sabes que le quiero y que todos los trabajos son dignos para mí, pero todo se trata de suerte, un caza-talentos que lo vea, un trabajo de más y mucha dedicación, no es tan fácil como crees casarte—dijo su padre con serenidad—. Decir el sí, es la parte más fácil de todas. Lo que viene después de esa respuesta es lo que realmente nos preocupa.

>> Nos da igual a quien ames, mientras sea la persona que tú quieres. Michael es un gran chico y no estamos diciendo que por ello debes alejarte de él, al contrario, pero aquí estamos hablando de tu futuro, en el cual ni tu madre ni yo intervenimos, pero como papas estamos en todo nuestro derecho de oponernos a algo que podría no salir bien, por lo menos no ahora.

Kate llevaba dos días de haber vuelto a Los Ángeles después de su semana en Nashville, la cual fue increíble, a decir verdad. El reluciente anillo brillaba como un sol y ella lo veía cada vez que podía en su mano. Al verlo el primer día de vuelta sus padres pusieron el grito en el cielo, pero la chica evitándolos funciono, hasta entonces.

La puerta se abrió y apareció Kemira en ropa deportiva con papeles en su mano. Para ser las siete de la mañana, esta no era la conversación que la familia Michigan quisiera tener sentados en su sala de estar, pero era la que estaban teniendo y era indiscutible el tenerla.

—Papeles y más papeles—comento la chica parada a su lado—. Kate, este es para ti—comento entregándole un sobre a la chica.

Sus padres vieron el papel que le entregaron a la chica en sus manos. La menor de todos estaba siendo ahora más observada de lo normal.

—Es de la universidad esa que te agrada en Seattle—comento.

—¡Ábrelo! —grito su hermana con entusiasmo.

La chica lo hizo rápidamente. Leyó la carta y básicamente era lo de siempre, hasta que llego a una parte que la hizo prácticamente saltar del lugar donde se encontraba y olvidar por completo la conversación que estaba teniendo anteriormente.

—¡Usted ha sido aceptada para cursar nuestro programa de Biología en nuestra Universidad! —grito. Básicamente la conversación pasada fue historia en ese momento pues su hermana también empezó a gritar y brincar.

FLORES PARA KATE | LIBRO #2.5 |Where stories live. Discover now