Capítulo 1.

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Respiro profundo, antes de entrar a, la que dejará de ser, la habitación de Jake.

———Jake, mamá dice que bajes a desayunar.

———Ya voy, Lara.

Mientras que él se deshace de sus pocas cobijas, voy empujando su equipaje fuera de la habitación. Justo al lado de las escaleras reposan otras seis mochilas gigantes, donde va la mayoría de nuestra ropa y cosas importantes que no deben faltar hasta la llegada del camión de mudanza a Tennessee.

Suspiró frustrada, maldiciendo en voz baja a quien quiera que sea el maldito jefe de mi padre. Por su culpa es que estamos alejándonos de la seguridad humana.

Muerdo mi labio inferior mientras empujó escaleras abajo las mochilas de ropa, y Kevin diciendo que yo no podía bajar todo el equipaje, que ingenuo.

Me río de Janeiro... Bueno, voy bajando las escaleras cuando Jake no consigue coordinar con el desorden de mochilas y sus pies, cayendo sobre un par de estas y quejándose cuan cachorro.

Ustedes dirán, está loca, ¿Porque habla así? ¡Se cree animal! Pues no. Permítanme les explico: Tengo la bendición de haber nacido con mis genes completamente limpios de sangre lobo, es decir, soy, pero no soy hija de mis padres.

Lo explico de la siguiente forma.

Mi madre es humana.

Mi papito querido es un hombre lobo, macho pecho peludo, valga la redundancia. ¿Entienden?

Y yo, bueno... Tengo dos molestos hermanos mayores que me molestan mucho por una cosa u otra. Ya entenderán, cosas de lobos.

La genética hoy en día, lo explica cómo que un gen ha sido más fuerte que el otro, sin embargo las leyendas cuentan que todas y cada una de las mujeres que están atadas a ser compañeras de un lobo siempre serán humanas.

Pero yo no creo que deba ser así. Digo, a mis casi diecisiete años he conocido a mejores personas humanas en vez de lobos.

Sí, somos algo como desertores o rogues, que es como generalmente nos conocen, pero he visto que la mayoría de los rogues son crueles, se creen que por super fuertes son la última Coca-Cola del desierto cuando no le llegan ni a los talones a los humanos.

En fin. Empujo las mochilas hasta la entrada y me dirijo a la cocina, donde desayunaré mi última cena en esta casa. Ya todos están aquí reunidos, mis hermanos con unos gigantescos tazones llenos de huevos ya sean fritos o duros, con salchichas, tocinetas, con caldito de costilla de res, arepas rellenas de queso y jamón y café en leche o juguito de naranja, lo que se agote primero.

En cambio yo, me quedo con un platito pequeño, diría que poquito caldito y más huevos, pero los míos con cebolla y tomate porque no me gustan tan insípidos, una sola arepita con jamón, queso, pollo desemechado y champiñones, también jugo de naranja concentrado y durante el viaje jugo en agua de piña y pepino cohombro sin nada de azúcar, porque quiero cuidar mi digestión y mi salud.

Termino última, por lo que estoy en la obligación de lavar la loza, secarla y empacarla en su respectiva caja. Recojo mi cabello en una coleta y pongo manos a la obra.

Río bajito cuando escucho a Kevin quejarse, intuyendo que ha sido porque estaba embobado por su teléfono y no vio las mochilas antes de abrir la puerta. Justo estoy cerrando la caja cuando él entra furibundo a la cocina y me apresa con un brazo, mientras con su otra mano zurra mi cabello al punto de dejarme cómo un león.

Grito, me sacudo e intento morderlo en vano, ya que por ser un hombre lobo posee mucha más fuerza, y eso que ahora sabe controlarse... Porque cuando recién se transformó, recuerdo que estábamos jugando manitas calientes y de un manotazo fracturó mi muñeca.

Estuve llorando por una semana y mis padres lo apartaron de mí, porque de tan inmenso dolor ya me daba miedo hasta solo mirarlo. Bueno, tenía trece años y era muy exagerada, tal vez sea por eso que a veces tiendo a no jugar mucho con ellos.

Pero igual han aprendido a tratar a esta bella flor del campo con extrema delicadeza, porque no me extrañaría que con cualquier medio jueguito yo saliera herida o lastimada.

Besa la cima de mi cabeza susurrando entre dientes algo que no entendí y sale cargando la caja entre sus brazos. Salgo después de él, mirando con nostalgia aquel lugar donde dejé quemar una agüita de panela hasta que quedó la cantina achicharrada.

Recuerdo que después mis hermanos me arrastraron lejos de la cocina y le dijeron a mis padres que habían sido ellos, sólo porque hicimos un trato donde ellos y yo salíamos mutuamente beneficiados.

Río bajito, recordando tantas cosas, de cómo la bicicleta me daba miedo, de mi primera regla y mis cambios hormonales que volvía locos a mis hermanos, de las noches friolentas que mis hermanos trataban de apaciguar.

Decido despedirme con una sonrisa de esta casa, por lo bueno, lo malo, lo que fue y lo que pudo ser; por todas esas cosas que nunca olvidaré, y por aquellos intentos fallidos de novios y de perder mi virginidad...

Ahora que lo recuerdo, quisiera golpear a mis hermanos, porque ellos si pueden revolcarse con cualquiera mientras que yo sí estoy en la obligación, según ellos de conservar mi cuerpo intacto para destrozar al que llegue a ser su futuro hermano político.

La verdad, yo creo que a veces se pasan de lunáticos y posesivos.

Subo al auto de mis padres, con mi bolsito, donde llevo mi portátil, mi teléfono, mi cartera, mis papeles de identificación porque uno nunca sabe cuándo la policía te pueda parar, unas toallitas húmedas que huelen delicioso, mi cepillo de dientes, mi peine, un par de moñas y algunas poquitas toallitas sanitarias, porque estoy segura que Andrés está por llegar...

Decido dormir un poco, escuchando música, mientras mis hermanos pelean por quién sabe qué. Cierro mis ojos, dejándome llevar por el cansancio de estos días, permitiéndome respirar de tranquilidad, ya que cuando lleguemos estaremos más cómodos... Digo, el camión de mudanza llega un día después, pero por lo menos esta vez tengo una habitación propia donde puedo andar desnuda si quiero.








*~*







Despierto cuando Jake jala de mi saco, para intentar agarrarme... Ahora que lo veo, parece un poco incómodo, sin embargo no le doy importancia, hasta que me abraza y prácticamente me gruñe cuando intento alejarme de él.

Mierda, eso solo puede significar una cosa: Andrés ha llegado.

Me dejo llevar por mi hermano, hasta que Kevin se nos une, y adivinen ¿Quien es el centro del sándwich? Seh, yo... En especial porque según ellos, son alfas descendientes e irradian posesividad hasta por los poros.

La dolorosa sensación desesperante, de un calambre arrastrándose por toda mi zona pélvica y adormeciendo los músculos que dan a la unión de mi torso me hace encoger. Esta vez es Kevin quién me arrastra al baño y se encarga de mantenerme allí encerrada hasta que tome una ducha lo suficientemente caliente, mientras Jake organiza mi habitación que por cuatro días va a ser mi hotel cinco estrellas.




*~*








He vuelto.

Son detalles tan distintos y de verdad espero de ❤️ que les guste.

Más adelante entenderán acerca de todo...

Mucho sex and love. 😉
Dii Yan.

Soy Omega.Where stories live. Discover now