No te olvides del día en que nos conocimos, no te olvides del primer momento en que me hablaste. No te olvides de todas esas cosas que me hacen reír, no te olvides de los días que estaba triste y tú me consolaste.
No te olvides de mí.
ATENCIÓN: Más de la mitad de este capítulo es nuevo en comparación con la versión anterior, así que estaría muy bien releerlo para las que ya se habían terminado esta historia. Para las que no lo sepan la estoy reescribiendo y contendrá muchas cosas nuevas como podrán darse cuenta. Lean la nota al final del capítulo, porfi.
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DE VUELTA
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—No estás concentrada, Ayleen. —Le dijo Alec mientras entrenaban cuerpo a cuerpo. La chica se encontraba muy distraída y no se estaba defendiendo como lo hacía usualmente.
—Lo sé, lo siento. —Respondió ella tirándose al suelo para tomar aire.
Alec se secó el sudor con una pequeña toalla y después la dejó sobre sus hombros; se acercó a la menor y le extendió la mano para ayudarla a levantarse.
—¿Dónde quedó la Ayleen a la que le gustaba patearme el trasero?
—Ahora es la Ayleen que cuida tu trasero para que le siga gustando a Magnus. —Respondió burlona y el shadowhunter rodó los ojos.
—Eres fastidiosa cuando quieres.
La chica tomó su mano y se levantó dándole una mirada divertida.
—Bueno, si tanto quieres que te patee el trasero.
Se encogió de hombros y antes de que Alec pudiera darse cuenta era ahora él quien estaba boca abajo con el rostro pegado al suelo, la menor estaba sentada sobre su espalda doblando su brazo hacia atrás y con su otra mano se aseguraba de mantenerle el rostro en el suelo. Oliver le había enseñado bastante bien a defenderse.
—Que blando es el director del instituto.
Ambos giraron su rostro hacia la entrada de la sala de entrenamiento para encontrarse con un rubio dándoles una mirada burlona, que más bien iba dirigida hacia Alec.
—¡Jace! —Gritó Ayleen emocionada y soltó al pelinegro para correr hasta donde estaba el nombrado.
El rubio la recibió con los brazos abiertos y la abrazó dándole un par de vueltas en el aire para después volverla a dejarla en el suelo.
—Claro. Cámbiame por el rubio.
—Cállate, Gideon.
—¿Vas a quedarte un tiempo verdad? —Preguntó el rubio abrazándola de lado.
—Mhh, no realmente. —Respondió torciendo un poco los labios. — Planeo irme esta noche o mañana.
