C. 20

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Mierda, mierda, mierda.
No sabía cómo se había subido hasta ahí y mucho menos cómo iba a bajar, pero por ahora estaba a salvo. Cual gato que escapa de los perros, Hoseok estaba sobre un árbol.

Los zombies abajo comenzaban a dispersarse, parecía que sin Seokjin al mando, no eran más que tipos ciegos e inútiles. Pero claro, aún podían oír. Bajarse con ellos aún ahí, no era una buena opción. Si bien tenía ventaja por ser un hombre de luz, éstos caníbales especialmente, venían con orden directa de atraparlo, así que dudaba de aún poseer esa ventaja.
No sabía qué iba a hacer, pero tenía que hacerlo y rápido.




Respirar le resultaba difícil, pero aún no podía moverse.
Tenía ese extraño sueño-recuerdo que se repetía una y otra vez. La noche en la que su madre decidió que era hora de matarlo.
Lo había llevado al patio de su casa, una noche de luna llena.

—Jiminie, hoy irás a donde perteneces. — dijo ella, poniéndose a la altura de su hijo de cinco años. Se oía segura de lo que decía, pero no se veía así. Su mirada era dudativa y la mano que sostenía la navaja temblaba. —Ellos me dijeron que no perteneces aquí... ¿Serás más feliz cuando te devuelva a tu lugar?

—Tengo sueño, mami —Jimin se abrazó —Hace mucho frío aquí fuera —puchereó.

—Será rápido, lo prometo —colocó la navaja en el cuello de su hijo y sujetó uno de sus hombros —Lo prometo... —repitió. Jimin la miraba con ojos grandes y curiosos, esperaba que sea rápido, porque él en verdad moría de frío, quería volver a su camita.

—Bueno. —tragó algo nervioso, pues sentía el filo en su cuello y le habían advertido que no se jugaba con esos objetos, pues podía ser peligroso. Pero era su mamá la que lo sostenía, su mamá nunca le haría daño. Ella lo amaba y él lo sabía.

—Serás más feliz... —volvió a decir.

—¿Por qué lloras, mami?

Las lágrimas habían comenzado a brotar de la mujer. ¿Era esto correcto?
Las voces que oía en su cabeza desde el nacimiento de Jimin, le decían que él no era de ahí, qué debía devolverlo a su lugar, qué estaría mejor y más feliz. Por eso lo intentó asfixiar luego del parto, cuando le llevaron a su bebé. Mas fue detenida rápidamente y puesta en vigilancia. Dijeron que había sido estrés post-parto y más tarde pudo volver a estar con su niño.
Pero las voces seguían repitiendole lo mismo, qué debía devolver a Jimin donde pertenecía ¿y cómo? Liberandolo de su cuerpo mortal. Matarlo.
Cuando le contó a su esposo, de inmediato fue llevada a un consultorio psiquiatrico, donde sugirieron que podrían ser indicios de esquizofrenia.
Está bien, ella sería tratada y todo estaría mejor. Mas no fue así, las voces seguían ahí e insistían en que Jimin debía morir.

¿Sería demasiado tarde hacerlo ahora? ¿Funcionaría? ¿Siquiera sería capaz?

¡Hazlo de una vez!

Se le ordenó.

—¿Mami?

—No.. No puedo, no puedo, Jiminie, te amo demasiado.. —alejó la navaja de su cuello y se levantó mirando a su hijo, éste la observaba curioso. —Pero tampoco puedo soportar más esas voces. Mamá te ama Jimin.

—Lo sé, yo tam— pero antes de terminar la frase, la sangre salpicó sobre su rostro y tuvo que cerrar sus ojitos. Se había abierto la garganta a sí misma.
Cuando él abrió los ojos, pudo ver la expresión de su madre. Ella sujetaba su cuello y sonidos de ahogo salían de su boca. Jimin atinó a reír, pues su mamá parecía un pecesito fuera del agua por la manera en que se movía.

Se levantó cuando ya no se movió.
—Espera aquí, iré a decirle a papá —dejó un besito sobre su cien y caminó hasta el cuarto de sus padres.
—Papi, papi. —lo llamó, tironeando las cobijas.

Los OtrosWhere stories live. Discover now