Regreso al infierno

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Despertó al sentir como su cuerpo se calentaba por los rayos del sol, abrió los ojos con pereza, se levantó y caminó hacia el cuarto de baño, ya estaba acostumbrado a ducharse con agua fría por lo que no supuso tomarla así. Se vistió y emprendió camino nuevamente para buscar a su gatito, desayunó por inercia, necesitaba reponer fuerza después de todo el amor no alimentaba el estómago, no como el deseaba.

Caminó entre la gente, pasando desapercibido, no le importaba ser odiado por esta, el solo quería encontrar a una persona, caminó con lentitud sumido en sus pensamientos, tenía mucho que hacer al volver al castillo.

Kibum se encontraba sentado moviendo los pies mientras esperaba su desayuno, al parecer la dueña de la posada se había maravillado con él, pues lo mimaba en exceso. Observó el plato de cereal, pan y leche caliente, escuchó con atención como la espuma de la leche emitía un suave crujido al desaparecer, desayunó con calma mientras pensaba en lo que haría, no sabía hacer trabajos rudos como el de los hombres, sus manos sangrarían, solo sabía servir a la gente. ¿Cómo sobreviviría si era un inútil?

—Cariño, —la voz de la mujer lo sacó de sus pensamientos— cuando termines quiero que vayas a comprar fruta, por favor. —esbozó una sonrisa sacando un par de monedas para la compra.

—¿Dónde la compro? —tomó el dinero escuchando a la señora.

—Busca donde más bonita esté, hay mucho de dónde comprar fruta.

Asintió a su orden y se levantó acomodando su vestido verde en el acto. Era un hecho que jamás se pondría un pantalón, le hacía sentir incomodo, sentía sus piernas desnudas ante la gente, la señora peinó su cabello con cuidado haciendo una pequeña trenza dejando un suave beso a su nuca.

—Eres tan bonito.

A Kibum le gustaba escuchar esa palabra, aunque solo le gustaba escucharla de su amo, después de dos semanas sin verlo seguía con un dolor en el pecho, no se acostumbraba a estar lejos del castillo, no quería que jamás lo golpearan pero amaba cuando su amo le daba besos, se encogió de hombros pensando en que ahora era momento de empezar una nueva vida.

Salió de aquella casa, caminando tímido entre la gente, el sol le hacía sentir bien, su curiosidad no había disminuido ni un poco y no dudo en correr cuando vio flores de colores en un puesto, se acercó mientras las tocaba con el dedo índice, salió corriendo cuando sintió la mirada fulminante del dueño, corrió hasta llegar a ver las frutas de colores, asomó la cabeza por entre estas y observó, sería buena idea comer una, aunque eso significaba que tenía que pagar, se reprochó a si mismo por no tener dinero propio, concluyó en un puchero mientras tomaba los frutos que le habían dicho.

—¡Toma la fruta que quieras, te la regalo! —el vendedor, quien había visto al menor sonrió ante el puchero que este mostraba al no poder comprar la fruta deseada.

Kibum sonrió agradecido tomando lo que más le gustaba, las manzanas rojas, se emocionó de tenerla entre sus manos, guardó la demás fruta en su canastilla, dio un mordisco al fruto y caminó contemplando los puestos de comida, fruta y flores. Regresó a ver las flores para observarlas con detenimiento, quería ser tan bonito como ellas, tan llenas de vida y con deliciosa fragancia. Deseaba ser una gladiola de color rosa, instintivamente se acercó a tocar de nuevo, siendo regañado por el dueño quien le reprochó por querer estropear las flores. Se sobresaltó ante el regaño causando que diera un paso hacia atrás, golpeó su espalda con algo duro tanto que llegó a lastimarle. Giró su rostro encontrándose con un pecho rígido, tragó saliva y lentamente comenzó a subir la mirada, topándose con aquellos orbes redondos y oscuros, sintió su mundo venirse abajo.

—Kibum.

Pero no obtuvo respuesta alguna por parte del rubio, se quedó estático no creyendo en lo que veía. Minho trató de abrazarle por la cintura, sintiendo el rechazo inmediato al ser empujado con fuerza por los hombros.

Esclavo perfecto «MinKey»Waar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu