17 Fragmentos

56 9 3
                                    

Odette.

Tres días después.

Unmes, él pretendía que en un mes yo lograra lo que el mismo no pudoen años.

Noestaba dispuesta, me estaba retractando.

Había cuatro camionetas blindadas fuera de la mansión. Mi caminar retumbabay pobre de quien se cruzara en mi camino. Mis dientes chirreaban alcontener la rabia y la desesperación se centraba en mi pecho como silo que estuviera a punto de hacer fuese una total y completa locura.

—¿Enque puta mierda me vine yo a meter? —Me regañé en voz alta.

Pasécerca de setenta y dos horas sin dormir, pensando, debatiendo, estresándome por no saber responder tantas incógnitas que siendosincera no tenían respuesta alguna a lo que estaba sucediendo.

Todoera un maldito juego.

Yen esos días en los que me debatía entre si era una cobarde o una estúpida, Simón había ordenado un atentado en contra de Diego, elcual, se había dejado ver en su apartamento cinco horas atrás.

Nose sabía aún sobre el paradero de Sofía pero si de suguardaespaldas. Hakim Roffarth había sido apresado por Julián en unedificio a las afueras de la ciudad y en el, algunas pertenencias deSofía encontraron.

Mimente seguía concentrada en el hijo de Diego y en Sofía. Y si, nisiquiera yo podía entender el giro que todo esto había dado pero pocoa poco encajando una que otra tuerca me di cuenta de que el problemade ese niño no era su papá, era yo.

Solorespiraba con el saber de que ahí abajo, en el jodido sótano depiedra bajo esa casa estaba una mujer amordazada desde hace días conun niño cuya vida sentía mi responsabilidad, el problema es que noentendía por qué.

Debía salir de ese lugar lo antes posible.

Mierda¿Por qué? No entendía, por más que me forzara a olvidarlo yo nopodía sacarme de la mente a esa criatura. No sabia si era culpa, nosabia si era un maldito juego mental de Simón hacia mi, pero no podía controlarlo.

—¡Losquiero armados y listos para intervenir! —Los gritos de los hombresarmados que trotaban por el pequeño campo de tiro en el patio de la mansión eran ensordecedores.

Eranmás de veinte hombres, más de diez cajas con armas validadas en elmercado negro por un centenar de órganos humanos. Camionetas, equiposde rastreo, policías infiltrados y él, Simón.

—Diezmillones de dólares al cretino que me traiga a Diego Olsen esta nochevivo y rogando piedad. —La voz de Julián era fuerte, clara y firmeante los hombres bajo su mando.

Algodentro de mi me gritaba que debía hacer algo porque todo estaba apunto de joderse.

—¿Dónde mierda está la mujer? —Interrogué a cuantos hombres me ibaencontrando por los pasillos de la casa. Trotaba de un lado a otroabriendo puertas y pateando entre piernas en busca de ese niño.

Pocoa poco le fui dando de baja a uno que otro hombre armado, no meimportaba que el pelotón de Simón estuviese incompleto o fuesedisminuyendo, me iban a dar una respuesta antes del atentado.

—Hayun túnel del otro lado de la casa que lleva a una especie de cuartodel pánico oculto en el sótano. —Soltó el hombre mientras que mimano ahorcaba su garganta y mi rodilla presionaba su hombría. —Ellano debe estar ahí, es el señuelo.

Saquéla navaja de mi bolsillo y la presioné contra su cuello. Podía escuchar claramente mi corazon latir a mil por hora, el sudor friocorrer por mi frente y el nudo que mi estomago ya no podia contener.—¡Camina!—Le ordené sin despegar la navaja de su cuello, levantándolo y haciendo que me guiara hacia donde decía.

Cisne Negro ✔ Asher #2Tahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon