11. Apego al recuerdo

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[Mis amores, a partir de ahora habrán narraciones variadas, podrán entrar en la mente de Odette, Diego y Sofía a la vez para que puedan disfrutar la historia desde todos los ángulos, pero les estaré indicando al principio de cada capítulo a quien le corresponde y no se pierdan.]



Sofía.

No puedo.

Es el pensamiento más persistente —Entre tantos— que me ronda la cabeza, que me carcome por dentro, que no me deja pensar en otra cosa que no sea el apego al recuerdo.

Ese horrible recuerdo.

Luego de un año y varios meses mi posición sigue siendo esta y no habrá algo en el mundo que cambie lo que Sofía Asher es y será para sí misma. No sé si soy la mala de la historia, tampoco me importa serlo; pero si lo veo desde un punto de vista sensible, meter a mi familia a la cárcel es algo que no puedo hacer, es inaudito, una cosa inaceptable; ahora, si lo vemos de otra forma, moralmente es lógico al momento de pensar en mis razones y derechos, sin embargo, esto va más allá, esto va por venganza, por querer y por necesidad.

—¡No! —Escuché a mi marido desde el otro lado de la habitación. —¡De ninguna manera irás! —Gruñó con aspereza. —¡Debiste dispararle a ese hijo de perra en la cabeza, Sofía! ¡A la cabeza! —Enfatizó. —¡SIEMPRE A LA PUTA CABEZA!

Si me hubieran dicho que en algún momento tantas cosas malas tendrían secuencia y serian significativas en mi vida, hubiera tomado las precauciones necesarias para que el número de personas lastimadas fuese el menor.

Aquel hombre con ínfulas de salva vida, aquel que irónicamente, como lo dice la historia, me secuestró para salvarme de todo lo que estaba por suceder no mostraba más que su verdad, su dolor y su furia al ver que mi persistencia ante todo este tema luego de tanto tiempo sigue siendo la misma.

—Yo no te he pedido permiso. —Murmuró con fastidio mientras yo corría los ganchos en el closet. —Es mi decisión y como ya una centésima de veces te lo he dicho: Si no arrancamos este problema de raíz, volveremos a ese día en que te di por muerto, y casi morí en tus brazos.

Sus ojos se abrieron con la ofensa de su semblante. —¿Y se supone que estamos casados para que ni siquiera consideres mi opinión? —Su tono fuerte y autoritario. —Sofía, tienes solo un año de lidiar con lo que realmente es tu familia, y me da pesar, en verdad, pero yo llevo media vida sabiendo quiénes son y cómo llevarlos.

El matrimonio.

—Cortémoslo aquí. —Pedí.

A veces olvidaba que ante la ley seguíamos siendo marido y mujer, aunque lo nuestro no se trataba de eso.

Les diré que nuestra relación tomó un giro muy drástico desde hace un año, Diego y yo decidimos romper el contrato de matrimonio por el cual nuestras vidas formaron parte de un juego donde no éramos protagonistas. Para nosotros, se trataba de algo un poco más simbólico, y una forma de siempre estar metidos y apegados al recuerdo de cómo nos destruyeron.

Ese contrato era falso, cualquier fiscalía o autoridad competente lo hubiera deducido, sin embargo, fue nuestra la decisión de acabar con la farsa y si, en los registros civiles estábamos como el señor y la señora Paulini y lo seguiríamos siendo cuanto lo quisiéramos.

Casi lo pierdo.

Uno de los temores más grandes en mi vida era perder a Diego luego de encontrarlo nuevamente y la verdad, aún no me explico cómo esa amnesia tan severa acabó con el setenta por ciento de mi pasado, de mis recuerdos y de mi vida.

Cisne Negro ✔ Asher #2Where stories live. Discover now