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El sábado, a las seis de la mañana, JeongGuk salió de su Sala Común vestido en sus ropas muggle (sudadera negra, joggers de denim y zapatillas enormes) y con la varita en su diestra

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El sábado, a las seis de la mañana, JeongGuk salió de su Sala Común vestido en sus ropas muggle (sudadera negra, joggers de denim y zapatillas enormes) y con la varita en su diestra. Iba con el paso apurado, intentaba meter la varita en el bolsillo de su sudadera pero no podía debido al urgimiento de sus pensamientos. Era una de las pocas semanas libres que Hogwarts daba a sus alumnos, días en los que no tenían que estresarse por al menos una tarea o un mísero informe de algún tipo de planta mortal o alguna bestia por investigar. Y JeongGuk estaba dispuesto a utilizar aquello a su favor, colándose temprano por la mañana más perezosa de la semana en la cancha de Quidditch. 

Cuando pudo salir de los pasillos de piedra, el cielo nublado que se había instalado días atrás le saludó. Gracias a las nubes mismas, el cielo adoptaba un poco de ésa tenue iluminación que hacía sentir cómodo a JeongGuk, y tomando aquella comodidad el chico no dudó en cruzar el el enorme campo de pasto con rocío mañanero. Fue discreto, metiéndose en las inmensidades de la cancha con cierta grandeza que no podía evitar cada vez que se sentía en su elemento.

No tuvo mucho tiempo a seguir dándole vueltas a su gusto, pues tenía que ser un corto momento de felicidad ésa mañana. Ya vería si en Navidad podría tontear más con las escobas, si el clima se lo permitía. Sin más dilación, sus pasos fueron rápidos a los camarines, bordeando la construcción de madera por dentro hasta llegar a la puerta de los mismos. Apuntó la varita y la utilizó para lo único que quería usarla aquella mañana, pero al conjurar el Alohomora el mismo no funcionó: la puerta ya estaba abierta.

¿Quién podría estar adentro? No habían muchos aficionados al Quidditch así como él, dentro de Hogwarts y que conociera, al menos. Acomodó sus enormes gafas con el borde de su mano, y abrió lentamente la puerta de los camarines, que oscuros le devolvieron ésa sensación de incertidumbre. Alcanzó a notar una pequeña mano ser iluminada por el tenue reflejo del sol en las nubes, azul, algunos dirían que incluso casi sin notarse. Pero se permitió entrar a los camarines, y entre las escobas, las bancas y los casilleros con las túnicas de color amarillo y rojo (listas para los dos partidos que seguían en las próximas semanas), distinguió la silueta reconocible de JiMin Park, sentada en la banca y agarrando firmemente la escoba. Podía adivinar que aprovechaba la oscuridad para poner alguna expresión en su cara que no fuera seriedad, pero su tono de voz no le falló en ningún momento.

— Hola.

Simple. Algo tan simple, y entonces, ¿por qué hizo que JeongGuk temblara de pies a cabeza? Incluso no tenía miedo, pero estaba ahí, ése cosquilleo tan particular. JiMin no se movía, parecía igualmente expectante ante los movimientos del Ravenclaw.

— ¿N-no me vas a delatar... no? — preguntó JeongGuk, un reflejo de luz exterior dejándose cautivar por sus gafas. Parpadeó lentamente antes de darse cuenta de lo tonta que era su pregunta y recriminarse por la misma: ¿cómo le iba a delatar sin antes delatarse a sí mismo? Sería cavar su propia tumba. Tragó saliva y negó con la cabeza antes de susurrar un 'olvídalo' suavemente, como si tuviera miedo del contrario. Pero no tenía miedo. Sólo estaba siendo cauteloso, igual que el Slytherin lo estaba siendo. 

BESOS EN EL CAMPO DE QUIDDITCH 𐙚 魔法 . GGUKMIN.Unde poveștirile trăiesc. Descoperă acum