Capítulo III

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Pasamos la mayor parte de nuestra vida siendo espectadores, criticando a aquellos que se encuentran en escena, juzgando desde la comunidad de la butaca. Nos conformamos en la ignorancia. Que cómodo es ignorar que la historia la escriben aquellos que no confían en la casualidad, aquellos que se aventuran, aquellos que aprenden a escribir su propio destino, ¿y por qué no?, también el destino de los demás.

Últimamente, trabajar desde la casa de mi padrastro se estaba volviendo algo imposible. Uno de los beneficios de laborar como columnista en 'Informa' era que se podía trabajar desde casa y enviar los escritos por correo para su aprobación, eso me daba tiempo de desempeñarme en otras tareas.

Sin embargo, durante los últimos meses desde que Héctor, mi padrastro, había regresado con mi madre, los problemas en casa habían aumentado. Parecía hasta de más mencionar que ambos tenían un actitud muy chocante, sus discusiones eran frecuentes y concentrarse en el trabajo era una tarea absurda. Por lo que comencé a asistir con mayor frecuencia a la oficina. Lo que fuera necesario para no estar en casa.

El trabajo se había vuelto cada vez más interesante, pero no en el buen sentido. Aunque simplemente era una columnista de los chismes de la farándula, la realidad es que soñaba con realizar las notas que aparecían en los estelares, casi todas relacionadas con los frecuentes crímenes atroces que tenían aterrada a la ciudad de Fraga.

Para los habitantes se había convertido en el pan de cada día escuchar las movilizaciones policíacas, siempre por un nuevo suceso; asaltos, corrupción, robos a pequeños comercios, desapariciones de personas, violencia doméstica, y en el peor de los casos, cuerpos encontrados sin vida.

Pero últimamente, unos crímenes en particular comenzaban a llamar la atención de la ciudadanía, unos que de alguna manera parecían conectarse, casi como si estuvieran siendo realizados por el mismo grupo criminal, sin embargo, rara vez la policía o la fiscalía revelaban información al respecto, puesto que el alcalde Nestor Garivaldi se la pasaba pretendiendo que la ciudad 'Cada vez estaba mejor' —cuando realmente ocurría todo lo contrario—, puesto que el siguiente año pensaba postularse para la gubernatura del estado.

—¿Otra vez un café? —Me sorprendió Samuel en la oficina.

—Dos de azúcar y sin crema, tal como le gusta a Rita —respondí, mientras colocaba la bebida recién comprada en el escritorio de mi jefa.

Otro de los beneficios de no tener que trabajar forzosamente desde la oficina, es que no existía algo tal como un horario fijo, por lo que algunas veces, si me era posible, llegaba aleatoriamente durante la mañana con un café extra para Rita. Un evidente truco para llamar su atención y que tal vez, en un futuro lejano, me diese la oportunidad de tener una mejor sección dentro del periódico. No estaba orgullosa de actuar como una aduladora, pero sabía que tratar de competir con mis compañeros que trabajaban en cosas más importantes me ponía en desventaja.

—¿Algo interesante el día de hoy, Sam?

A Sam siempre se le asignaban los sucesos más amarillistas, decir que lo envidiaba era poco. Generalmente le tocaba ir a cubrir la noticia cuando aparecía alguien descuartizado, cuando ocurría un tiroteo o en general cuando habían cadáveres de por medio. Por obvias razones, las notas más leídas y las que más vendían.

—No sé si llamarlo interesante, pero parece que anoche un grupo de narcotráfico dejó un mensaje afuera de una escuela primaria —dijo mientras me mostraba las fotografías del lugar de los hechos—, tres cabezas empaladas en el portón de la escuela con una manta.

"El que nada debe, nada teme. -Emisarios del Norte"

—¿No son los mismos que dejaron unos cuerpos colgados en puente cerca de la fiscalía? —pregunté para dar continuidad a la conversación.

—No, ellos eran los, los seguidores de... —Sam se llevó la mano a la barbilla mientras se envolvía en los recuerdos—. No lo recuerdo, pero eran otros. Aunque no es todo, hoy por la madrugada recibí una llamada de Zac, y mira lo que me consiguió.

Zac, un policía recién graduado que se encontraba trabajando en la comisaría de la ciudad. Un joven de 24 años que era un fiel creyente de la justicia y que se entregaba por completo al bienestar de la ciudadanía. Un poco ingenuo, cuando de la vida se trataba, pero aún así, uno de mis amigos más cercanos.

Samuel le había lavado el cerebro haciéndolo creer que si le brindaba información a la prensa la justicia se haría llegar a su debido tiempo, sin embargo, lo único que le interesaba a Sam era obtener la información más detallada y más pronto que nadie para hacer de su sección la más leída de todo Fraga, y así sucedía.

—Esa chica —Dudé al preguntar, mis ojos no daba crédito a lo que veían —¿no es la misma que reportaron desaparecida hace 4 días? —me tomé unos segundos para hacer memoria—, ¿Francine o algo por el estilo?

—Me sorprende que la reconocieras —Se acomodó sus lentes, la edad ya no lo dejaba existir sin ellos—. Yo no me abría dado cuenta si no es porque Zac me dio por confirmada la identidad de la pobre chica.

Lo que Sam decía no era para menos. Ni yo entendía cómo había logrado distinguir las facciones en el rostro de la pobre joven. Hinchado y desfigurado a golpes, empapado de la sangre que seguramente salió del corte transversal en su garganta, pero lo más desconcertante, fue ver su rostro con las cuencas de los ojos vacías. ¿Quién podría ser capaz de tan atroz escena?

—Veintidos años... —Sam pegó un profundo suspiro—. Lo peor es que rara vez dan con los culpables, podría ser cualquiera.

«09:26»

—¿Crees que pueda escanear las fotografías? —pregunté un tanto apenada—, para el blog, tú sabes...

—Ya sabes cómo funciona esto.

—No lo conseguí de ti, muchas gracias, Sam.

En un intento por compensar mi sueño frustrado de ser una periodista seria, solía escribir a través de un blog en Internet. Mis escritos más populares tenían que ver con la aparición de cuerpos y algunos casos de desaparición de personas. A las personas siempre les ha atraído el morbo, no era de sorprender.

Me gustaba realizar la parte de la investigación, no sólo por dar la noticia, sino porque sentía que desentrañando la evidencia, podía llegar al fondo del caso, como si de alguna manera estuviera en mí encontrar a los culpables, aunque eso jamás había sucedido.

Tras terminar con la nota 'Las 7 declaraciones más perturbadoras de la ex-maquillista de Khloe Kardashian', me dirigí de camino al sur de la ciudad, para hablar con Zac, que si mal no recordaba, se encontraba patrullando esa área como asignación. Quería saber qué otra información podía conseguir con respecto al asesinato de Francine.

Ya estaba por ser su hora de descanso, llegar a comer de 'casualidad' al restaurante favorito de Zac de la zona se convirtió en la misión del día.

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