Shiina: Orgullo

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Poco a poco comencé a percibir algunas cosas a mi alrededor, aunque parecía estar en un lago profundo y demasiado lejano a estas. Oí el canto suave y armonioso de las aves, y a pesar del entumecimiento, también me di cuenta de que hacía bastante frío. Poco a poco levanté el rostro, hasta que en medio de la nebulosidad del entorno me llegó un aturdidor y abrazador rayo de luz. Cuando volví a esconder la cara me di cuenta que estaba tocando algo terso y húmedo...

─ ¡Uuuhaa! ─exclamé cuando distinguí lo que parecía ser una planta de hojas considerablemente grandes. Me aparté, intentando aclarar la vista. Mi cabeza pareció quedarse acostada, pues volví a ver todo negro y el resto de mi cuerpo pareció chirriar como una carreta vieja. Estaba literalmente tirado en medio del bosque, durmiendo entre las raíces de un árbol grueso.

No tardé en sentir bastantes náuseas y calambres por el cuerpo, pero a pesar de ello pude recordar que ese malestar se debía a todo lo que había bebido en la fiesta privada de la noche anterior, y seguramente también a ello se debía el haber dormido en un lugar así. También, no tardó mucho en llegar el recuerdo de lo que había pasado con Cuervo, y aunque mi estómago se apretó por una sensación distinta a las ganas de vomitar, dentro de mí sentí la ardiente convicción de que había hecho lo correcto.

Mirando mi entorno para intentar ubicarme, me di cuenta que probablemente había resbalado por un camino que se veía cuesta arriba, aunque demasiado iluminado para distinguir lo que había del otro lado. Eso también explicaría lo rasgado de mi ropa y un par de arañazos en mis piernas.

Medité un rato sobre todo lo que había conversado con Natsu, sintiendo que desde ese instante hasta aquel despertar, había transcurrido una verdadera eternidad. Al final, convencido de que mi estado solo podía empeorar en esa humedad, me puse dificultosamente de pie para intentar llegar al sendero. Una vez alcanzado (apoyándome en los numerosos árboles y recogiendo una de mis sandalias en el trayecto), noté que de hecho el lugar me parecía familiar: evidentemente anoche iba camino a la residencia Nadeshiko cuando había resbalado. Aún me quedaba poco menos de medio tramo en subida, pero la sola idea de meterme en una cobija caliente y probar una de las sopas de Robin se me hizo confortante para el espíritu.

En silencio, de pronto me vi entrando a la estancia, y aunque estaba algo desorientado aún, no pude evitar notar que de hecho era bastante temprano, pues a penas oía actividad humana en las casas vecinas; sin embargo un murmullo apresurado captó mi atención a penas superé el umbral de la entrada. Sin querer, al cerrar la puerta corredera delaté mi presencia, y los murmullos fueron interrumpidos para dar paso a apresuradas pisadas.

Desde la entrada del pasillo surgió imponente la figura de Nadeshiko Izumi, mas pálido que nunca y con el cabello castaño suelto sobre su espalda. Me miró con la ira poco contenida de una bestia herida, y antes de que pudiera echarse sobre mi, apareció a su lado Robin, que le sujetó por el brazo, aprensiva.

─Suéltame ─exigió dándole un tirón, y avanzando hacia mi como si levitara.

─Mi señor, por favor... ─suplicó ella, volviendo a aferrarlo. Aoi apareció junto a ella, con la cara compugnida en una expresión de angustia.

─¿Cómo te atreves a pisar mi casa de nuevo, alimaña desgraciada? ─vociferó el vampiro, con ese tono amplificado tan característico de su raza, que retumbó en mi cabeza como si la tuviera metida en un jarrón. Me quité las sandalias y pasé por su lado. La náusea volvió a invadirme acompañada de una ferviente rabia. Demasiado veloz para distinguirlo, su mano se alzó por delante de mí y me cogió por el cuello, estrellando mi cabeza brutalmente contra la pared.

─Arrrggg ─chillé, enterrándole las uñas en el brazo, aún cuando era incapaz de ver nada por el impacto. No tardé en percibir su apestoso olor a chupa sangre, y el brillo afilado de sus colmillos asomándose por entre los labios delgados.

Memorias PerdidasWhere stories live. Discover now