Shiina: Desmintiendo

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Con el ánimo de poner en marcha mi plan, la mañana en que cumplía ocho días desde mi desencuentro con la líder Halcón, charlé con la dueña de la posada donde me alojaba. Tras dar algunos rodeos, le pregunté por el amo de aquella ave: Nadeshiko Izumi.

─ Ah, ese hombre... ─ comentó la señora sin mucho interés ─. Trabaja para el palacio, como uno de los comerciantes principales ─ tras una pausa en la que mantuvo el ceño fruncido, continuó ─. La verdad no es común verlo por el pueblo, pero si quieres contactarlo podrías dejar un recado en su residencia.

Muy lejos de aquella intención, medité por un momento la idea de conocer el sitio donde vivía un hombre tan importante para aquel proyecto. Probablemente encontraría alguna pista ahí.

─ Se lo agradecería mucho ─ dije esbozando una sonrisa. Luego de darme las indicaciones la mujer se retiró, justo cuando Kaede hizo su aparición en el comedor.

─ ¿Vas a salir? ─ suspiró, sentándose a mi lado. Parecía ser menos reticente que yo al hecho de sentarse en el piso ─ ¿Tienes algún plan?

─ Creo que sí ─ contesté. Desde nuestra última aventura, la brujita se mostraba histérica en cuanto a encontrarnos con los Halcones, así que tal vez era mejor no mencionarle mi idea ─. Puedes quedarte a descansar. Será un día pesado.

─ Por mí está bien, pero no te dejaré salir así ─ Kaede me rodeó el cuello con los brazos, melosa.

─ Me dijiste que eso es de mala educación aquí, detente... ─ alegué, apenado.

─ Si uno de esos monstruos te llega a encontrar no volveré a verte, déjame ser linda contigo una supuesta última vez ─ reprochó, soltándome ─. Me refería a que tengo un disfraz. Es perfecto para ti, y estoy segura de que esa horrible carroñera no te reconocerá si te encuentra.

~~~

Poco antes del medio día salí de la posada calzado en un vestido europeo amarillo. Los moños y el encaje no eran nada comparado a mi destrozada dignidad. Para otros no debía verme tan raro, después de todo aún conservaba un toque de esa infancia andrógina en mis rasgos; pero para lo que yo era realmente en el mundo de las brujas, me sentía humillado.

Nadeshiko Izumi vivía alejado del pueblo, siguiendo el sendero de una montaña por la que se distinguían varios sembradíos y una que otra residencia humilde. Era un sitio pacífico y sombreado por abundante bosque. Por lo que había entendido, al final del camino había un templo de su religión animista, pero hace años estaba abandonado. La penúltima casa, era la que yo realmente buscaba.

Estaba semi oculta entre setos descuidados y varios árboles, entre los que me asomé cuidadosamente para observar. A diferencia de las otras viviendas de la zona, esta era elegante y bien construida, pero muy abandonada: telarañas en las bigas, el techo lleno de hojarasca, y los maderos estructurales carcomidos por la humedad. 

Intentaba agudizar la vista para distinguir algo a través de la ventana abierta, cuando sentí un ligero tirón en la falda, y antes de que reaccionara, sonó una apagada voz en mi oído izquierdo.

─ Usas falda, pero tienes "cosita".

Tan rápido como pude me di la vuelta, encontrándome con una muchacha parecida a Cuervo, solo que no tan alta. De inmediato capté el filo de unos extraños cuchillos negros que salían de sus manos, enredados en jirones de tela amarilla muy parecida a la de mi vestido.

Grité espantado, cayendo de espaldas por los matorrales al interior de la residencia. La mujer me miró divertida, entrando por el hueco que había hecho sin querer. Lo que salía de sus manos eran sus propias uñas, de unos doce centímetros aproximadamente, muy parecidas a las de aves de carroña. El despeinado cabello gris le cubría parcialmente los ojos, contorneados por ojeras marcadas en una tez pálida y curtida por numerosas cicatrices y vendajes. Usaba una yukata negra simple, desarreglada. 

Memorias PerdidasWhere stories live. Discover now