21.

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Tiempo antes.

Imagine.

La rabia que siento en este preciso momento es incomparable, quiero regresar, golpearlas hasta matarlas, hacerles cientos de daños físicos, mentales, sentimentales.

Tanta gente mierda, tantas personas que viven haciendo bullying, pero yo me encargaré de hacer que paguen.

Arian se desmayó, yo me encargué de entrar antes a la casa y quitarle el seguro, así cuando él cargó a Ari y se acercó a la puerta de la casa, giró la perilla y pudo abrir.

Claro, dijo “¿Cómo dejan abierto?” pero bien, no sabe que yo abrí.

Yo estuve a cargo de cada movimiento, y si era momento de actuar no me interesaría hacerle daño, ya han lastimado demasiado a Ari. Y no permitiré más que le hagan otra cosa cada vez peor.

Por supuesto, él no sabía que casa era, me encargué de decirle en un susurro, él creyó que Ari le había dicho.

Las cosas pasaron. Pero ya vendrán las venganzas.

Dulces, deseosas y placenteras venganzas.

No saben con quién se han metido, no saben lo que yo soy capaz de hacer.

Sonrío por aquello, y me mantengo de brazos cruzados mientras mi mente vaga en pensamientos sádicos.

Cómo decía, Jeongguk la recostó en el sofá y fue en busca de un botiquín de primeros auxilios, la madre de mi amiga tiene uno en el baño, no fué difícil encontrarlo.

Regresó y se encargó de limpiar cada herida del rostro de ella, curar cada rasguño, fue por hielo el cual metió en una clase de toalla y regresó a ponérselo en su rostro.

Y vaya que los golpes que tenía Arian no se comparaban con las rodillas raspadas que solía tener en su infancia.

Nunca me separé de ella, mantuve vigilado a Jeon con cierto enojo, sin embargo tenía que aceptar lo que Jeongguk hizo. Y fue bueno.

Me acerqué en cuanto ví que desabrochó la camisa de Arian y cuando levanté mi mano para darle el golpe de su vida me detuve en seco al escuchar un quejido, un quejido de él.

— ¿Qué te hicieron? — murmuró quitándole el suéter para cubrir la parte de su brassier y poder ver con concentración el vientre de ella, las marcas eran visibles.

Comenzó a masajear con una pomada, suspiré.

Cinco minutos después ya había terminado, vendó su estómago, subió a la habitación por una cobija y almohada regresando a cubrirla.

— Mejorarás. — murmuró y caminó a la cocina, yo me acerqué a Ari y me incliné para verla, su rostro era.. estaba lastimado. Demasiado lastimado.

No lo merecía, escuché ruidos en la cocina, levité con rapidez hasta llegar, él se encontraba cortando carne y verduras. Seguramente preparará algo de cenar, suspiré y me senté en la silla.

— ¿Por qué lo haces?.. — murmuré. — ¿Qué esperas a cambio?

Pero por obvia razón no respondió, suspiré.

La Lista Negra (Suga Y Tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora