Veintitrés.

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Caminé hasta estar a diez minutos de mi casa, lo cual era una locura porque en micro (bus) me demoraba media hora llegar

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Caminé hasta estar a diez minutos de mi casa, lo cual era una locura porque en micro (bus) me demoraba media hora llegar. No me dolían los pies, no me dolían las piernas estaba como anestesiada. Me sentía perdida conmigo misma.

Me pregunté tantas veces porqué me afectaba tanto todo ello, mas si me decía a mi misma siempre que no estaba enamorada de ella, que me daba igual su vida, pero me había entregado a ella y claro que no era la primera, pero si alguien lo suficientemente importante como para que me doliera hasta lo mas profundo esa noticia, quise llamar a mi amiga, quise gritarle porque no me había dicho que ella estaba casada, que ella quizás tenía familia y yo ni lo sabía.

—¡Cuidado!— y este momento lo tengo en cámara lenta, di dos pasos hacia atrás volviendo a la vereda antes de que un auto me arrollara, tape mi cara con mis manos y por fin solté todos los sollozos que mi garganta me permitía botar.

Caminé al paradero sin mirar a alguien aún cuándo sé que hablaban de mi, ya me daba igual si me veían llorar, ya me daba igual todo. Me senté en la silla de metal esperando la micro para poder llegar a mi casa, pues me acababa de caer encima el cansancio. Juegue con mis dedos nerviosa ¿qué haría llegando? Mil preguntas nacerían al verme llorando de esa forma porque ya no había forma de que detuviera las lagrimas, me salían del alma en ese mismo instante, aquel dolor que experimente ese día fue totalmente desconocido para mi. Era como una presión constante en el pecho, como si tuviera una piedra del porte de mi cabeza en la garganta que no me dejaba respirar del todo bien pues solo quería llorar y ya.

—Deberías tratar de respirar más calmada, linda— traté de ignorar la voz de aquella chica, quería estar sola, pero era imposible en una calle llena de gente transitando hacia sus casas, trabajos o donde fueran, asusto suyo.. solo quería paz y no la tendría ni llegando a casa.

—¿Te hicieron algo?

—Laura, es la pregunta mas estúpida que haz hecho hoy— la riñó la chica de antes y yo por fin levanté la mirada y vi a cuatro chicas mirándome con atención.

No hablé, o quizás sí.. pero es que no lo recuerdo solo sé que cuando llegué a mi casa era de noche y mi mamá me hizo mil preguntas de las cuales la verdad dudo haber contestado alguna.

Pasó una semana completa y no fui a clases, mi cama no me lo permitía y menos mi mamá. Pues llorar tanto había logrado que tuviera fiebre y vómitos, pero creo que esto ultimo era mas por el asco que sentía, si, porque sentí asco. Asco de mi, asco de ella, asco de un hombre que no conocía y no era culpable de nada, asco del amor que estaba sintiendo por una persona tan asquerosa.

No tenía realmente derecho a sentirme así, pues, desde el principio supe que ella era una persona totalmente lejana a mi destino o futuro, ella y su mirada penetrante que por cuatro meses evite y ahora que lo pienso debí seguir así y no caer en un pozo del cual tanto me costó salir. No tenía derecho a sentirme de esa forma; pero lo hacía y mas que eso, me sentí demasiado pisoteada y realmente estaba dañada.

Otro lunes llegó y era demasiado obvio que tendría que ir y ver la cara de esa mujer que tanto había estado esquivando.

No estaba preparada.

Y hasta el día de hoy, no lo estoy

Quedan dos capítulos.

𝐏𝐨𝐫 𝐟𝐚𝐯𝐨𝐫 𝐬𝐨𝐥𝐨 𝐦𝐢́𝐫𝐚𝐦𝐞. [𝑪𝒂𝒄𝒉𝒆́] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora