XL. Mi mala suerte y tus buenas intenciones (II).

Start from the beginning
                                    

—Wow, gracias. Pensé que yo te gustaba. —Se queda en silencio, esperando una respuesta que no llega nunca. Hay pocas cosas en la vida que me gusten, y Olivia no forma parte de ellas—. ¿En serio no vas a responderme?

—Lo siento.

—Vete a la mierda —me espeta, con la voz pastosa por culpa del alcohol. Entonces, al cabo de unos segundos, suelta una risa tan suave como una caricia, que capta mi atención al instante. Se da la vuelta, se lleva una mano a la boca para ocultar su sonrisa y me dice—: ¡vaya! ¿Cómo no me di cuenta antes? Ahora entiendo por qué me rechazas: al final sí que era cierto eso que dicen de que eres marica.

Tenso la mandíbula. La alegría se le borra del rostro y da un paso hacia atrás, aunque su mirada sigue transmitiéndome el mismo veneno. Me levanto del sofá y me llevo una mano a la frente, sintiendo un mareo. ¿Por qué? ¿Por qué estoy condenado a que me persigan los recuerdos de lo sucedido hace un año?

—¡Lárgate! —exclamo, señalándole la puerta. Como ella no se mueve, la empujo y después la agarro con fuerza, echándola de casa e ignorando todos los insultos que me dedica. Cuando ya está fuera, le cierro la puerta en las narices—. ¡No quiero volver a saber de ti! ¡Déjame de una maldita vez en paz!

Apoyo la espalda en la pared e intento controlar el ritmo normal de mi respiración. Cuando estoy seguro de que ya se ha ido, me dejo arrastrar hasta el suelo y empiezo a llorar. Desearía estar en el hospital, en su habitación, sujetando su mano, diciéndole que todo irá bien. Dios, echo tanto de menos a Farah. Soy tan infeliz.

Cuando me canso de llorar, lo único que queda en mi pecho es rabia. Salgo de casa y me dirijo al único sitio donde sé que alguien podrá escucharme. Harto de todo, movido por una frustración que me supera, decido reivindicarme por lo menos una vez sin sentirme culpable.

Al llegar a mi destino, una casa que está a diez minutos de la mía, llamo al timbre y me abre mi mejor amigo, Hugo.

—Rainer, ¿qué haces aquí? —me pregunta, y noto en su rostro un sentimiento del que estoy demasiado acostumbrado: cansancio hacia mi persona—. Acabo de recibir un Whatsapp de Olivia. Chico, me dijo que la trataste como un capullo. ¿Qué te pasa? ¿Por qué la trataste mal?

—Ya, cállate, por favor —le espeto, con poca contundencia y bastante fragilidad, pero con la suficiente fuerza como para que él obedezca—. Siempre hablas, pero nunca me escuchas. Así que esta vez ¡vas a escucharme! Te pedí que me ayudases a sobrellevar lo de mi hermana, y todo lo que he hecho hasta ahora ha sido salir contigo, emborracharnos, fumar, conocer gente que no me interesa y un largo etcétera de cosas que yo odio. Y todo porque, según tú, me ayudaría a estar mejor. ¡Algo que no ha sucedido! ¿Sabes qué? No soy imbécil, sé lo que piensas de mí, se te nota en la cara: que soy una carga para ti, que no te apetece ayudarme, que te molesto. Lo único que te haces es fingir que me echas una mano mientras tú lo pasas bien —le recrimino, con la voz quebrada, aunque lo suficientemente bajo como para que su familia no me escuche. Me siento como un niño, frágil, desamparado, necesitado de la más mínima muestra de afecto—. Yo, lo único que quería era estar contigo, jugar videojuegos y hacer el tonto para olvidarme de que ya no me queda nada en esta vida. —Me limpio las lágrimas con la manga de la sudadera y me maldigo a mí mismo por mostrarme tan débil—. Siento mucho ser una carga pero por favor, no te hartes tú también de mí, eres el único amigo que me queda.

Cuando termino de hablar, Hugo, que ha permanecido todo el tiempo serio, carraspea y gira la cabeza para hablar con alguien. A mí me domina el miedo. Va a echarme de aquí, ¿verdad? No me extraña, me lo merezco.

—¡Eh, mamá! Rainer se va a quedar a dormir esta noche —exclama de pronto, para mi sorpresa. Abre más la puerta, se dirige al recibidor y abanea la mano para indicarme que le siga—. Me aburrí de jugar a Uncharted, así que me compré The Last of Us. Todavía no lo he probado, ¿quieres jugarlo tú? Dicen que es buenísimo.

Rompiendo mi monotonía.Where stories live. Discover now