XXXVIII. Mi música en tus silencios.

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Tras pasar el domingo entero ayudando a Sylvia a ordenar el garaje, me tiro en cama con la intención de descansar un rato

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Tras pasar el domingo entero ayudando a Sylvia a ordenar el garaje, me tiro en cama con la intención de descansar un rato. O mejor dicho, de dormir, que mañana tengo clase y son casi las once de la noche. Menos mal que mi padre ha preparado hoy la cena; llevaba tiempo sin tragar algo más o menos comestible que no me quitase el sueño por culpa del dolor de barriga. Me estoy planteando seriamente decirle a mi hermana que tiene que mejorar sus dotes culinarias. Sin embargo, se me van las ganas cuando nos observa comer uno de sus platos con una amplia sonrisa, esperando un veredicto; cualquier opinión negativa le sentaría fatal. Pero ¿no le parece más que evidente lo que sucede cuando escucha a nuestro padre luchar para no derretirse en el baño? Ah, por favor, qué asco.

Estoy a punto de quedarme dormido, cuando recibo una llamada. Me permito un momento para gruñir como protesta, la contesto y escucho la voz de Klaus al otro lado del auricular:

Samuel, ¿te acuerdas de tu ex, Krista?

—Hola a ti también, eh —le digo como forma de indicarle el poco aguante que tengo a estas horas con su mala educación. Él se ríe—. Y claro que me acuerdo, ¿por qué?

Ah, nada, es que me acabo de cruzar con ella. Uf, se puso de un buen ver...

—Al grano, Klaus, que estaba intentando dormir.

Ajá, claro. Me preguntó por ti y se me quejó de que, desde que rompisteis, no volviste a hablarle.

—¿Pero qué dices? Si fue ella quien no quiso saber nada más de mí.

Ya, el caso: que está muy buena. —Bufo como respuesta, ¿esta es su forma de pedirme si puede intentar algo con ella? En fin, que haga lo que quiera, a mí no me importa—. Por cierto, me encontré hace un rato con Hannes, dice que a ver cuándo quedamos de nuevo todos juntos.

Ahí me tenso, y el sueño me desaparece de golpe. Mierda, me había olvidado de ese chico. ¿Por qué quiere quedar con nosotros? ¿Es que no me va a dejar en paz o qué? De verdad que me sorprenden su terquedad; si desea joder a alguien, luchará para lograrlo, cueste lo que cueste, sin importar las consecuencias. Lo que no entiendo es por qué le ha hablado a mi mejor amigo.

Oh, espera.

—Klaus, ¿no te contó nada más?

No, ¿por qué?

—Ah, por nada —respondo, deseando que no haya notado el alivio en mi voz—. Pásalo bien con Krista.

—¡Samuel, eres maravilloso! —exclama. Cuando estoy a punto de responderle, él corta la llamada. En fin, como dije antes, que haga lo que quiera.

Dejo el teléfono en la mesilla y decido no pensar más en el asunto de Hannes. Tengo otra vez tanto sueño que estoy a punto de quedarme dormido. Oh, sí. Ven a mí, mundo onírico lleno de mullidas camas, donde no existen los madrugones ni los despertadores.

Rompiendo mi monotonía.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora