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CAPÍTULO NUEVE

"¿NO DECÍAS QUE ROBAR ESTABA MAL?"

NARRA LINDSEY.


NO VOLVÍ A verlo en dos semanas. Durante ese espacio de tiempo, procuré focalizar toda mi atención en las clases del instituto, porque me recordé a mí misma que debía graduarme. Ese era mi propósito, la meta que me había marcado al mudarme a Nueva York.

    Las cosas empezaron a ponerse difíciles en casa. Mamá comenzó a desaparecer durante días y se me hacía casi imposible contactar con ella. Formaba parte de su proceso de enamoramiento: habíamos llegado a la fase de luna de miel, al éxtasis, a la necesidad de tener que pasar todo su tiempo con su amado.

    Tanto, que se olvidaba de que tenía una hija.

    No era la primera vez. Sabía que tarde o temprano volvería, pero mientras estaba fuera, la casa resultaba solitaria y fría. Comencé a dormir con un cuchillo debajo de la cama, por si acaso.

    El viernes por la tarde se acabaron los suministros de comida. Intenté llamar a mamá varias veces, pero ella no contestó. También se había llevado todas las tarjetas de crédito con ella. Me sentía hambrienta.

    Tomé todas mis cosas importantes y me dirigí a la estación de servicio más lejana. Cuando llegué, observé el edificio durante un par de minutos y me dije a mí misma que podía hacerlo. No era la primera vez.Solo entraría, cogería algunas cosas y me iría. Rápido y sencillo.

    —Buenas tardes —me saludó el dependiente al escuchar el sonido de la campana cuando entrabas—. ¿Puedo ayudarte en algo, muñeca?

    —Voy a dar una vuelta por la tienda —dije, señalando con el dedo hacia el pasillo central. 

    Caminé con despreocupación por los pasillos, observando todos los productos que estaban a la venta. Me mostré lo más natural posible para evitar levantar sospechas. 

    Latas de comida, bolsas de patatas fritas, muchos refrescos y productos de higiene aptos para un viaje por carretera. Justo cuando agarré una revista de cotilleos para hacer algo de tiempo, un camión de carga aparcó en la parte trasera de la gasolinera.

    El hombre se asomó por encima del mostrador para asegurarse de que no estaba robando nada. Dudó durante un par de segundos, pero finalmente se levantó y salió con prisa por la puerta trasera de la tienda.

    Era mi momento.

    Comencé a llenar de comida la bolsa que había traído conmigo. De pronto me sentí sucia, como culpable. Aquello era algo que la vieja Lindsey hacía, pero no la nueva. ¿Y qué otra opción tenía? 

    No quería robar, pero mi estómago rugía. Era necesario.

    De pronto sentí una voz susurrándome contra la oreja. Una voz dulce, melosa, que bien podría haber sido mi conciencia. 

    —¿Nunca te han enseñado que robar está mal?

    Se me paró el corazón por un segundo, pero al girarme, horrorizada, descubrí que se trataba de Justin. Con las manos metidas en los bolsillos, me sonreía descaradamente. Como siempre.

    —¡Dios mío! —exclamé, con una mano en el pecho porque temí que me explotara el corazón—. Me has dado un susto de muerte. 

    —¿Por qué te lo estás llevando todo como si acabaran de anunciar un Apocalipsis Zombie por la radio?

RECKLESS ( JUSTIN BIEBER. )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora