004

11.3K 786 91
                                    


CAPÍTULO CUATRO

"ESTA NOCHE NO VOLVERÁS A CASA."

LINDSEY.


NUNCA EN MI vida había presenciado una pelea callejera, al menos no una tan brutal como la que estaba teniendo lugar en aquel descampado alejado del Bronx.

    Millones de puños volaban por los aires mientras los chicos se agarraban por el cuello los unos a los otros. Daban patadas, se empujaban, gritaban y caían sobre la arena. La sangre y el color rojo de las mejillas casi pasaba desapercibido bajo el aclamo del público. Una mancha borrosa entre rugidos y nombres.

    Perdí de vista al chico de ojos color avellana durante un instante, pero luego conseguí encontrarlo. Su espalda se curvaba sobre el cuerpo de un contrincante que se tapaba la cara con las manos en un intento por deshacerse de los golpes. Su cazadora azul estaba manchada por el barro y el líquido espeso que bajaba a borbotones desde su nariz. El puño del chico consiguió llegar hasta la mandíbula del rival. Primero uno, luego otro más.

    Me giré hacia mis nuevas amigas, solo para no tener que continuar viendo el espectáculo.

    —¿Quién es ese? —pregunté por encima de todas las otras voces.

    El rostro de Erika, a mi lado, estaba cargado de emoción y adrenalina por partes iguales.

    —¿Quién? —Tuvo que inclinarse hacia mí para poder hablar conmigo. Bajo un ceño fruncido, sus ojos claros inspeccionaron el campo de batalla—. ¿Aquel de ahí? 

    Señaló a uno de los chicos de pañuelo rojo. Acababan de propinarle una fuerte patada en el estómago. Negué con la cabeza.

    —No, ese no.

    Nos llevó varios minutos hasta que finalmente no tuve otra opción mas que agarrar su mano e, impaciente, señalar a mi chico de ojos color miel. Erika frunció el ceño de nuevo. No veía muy bien a larga distancia y el hecho de que el muchacho no dejase de moverse de un lado a otro, ahora esquivando un bate de béisbol que amenazaba con tumbarlo de un solo golpe en el suelo, no ayudaba en absoluto.

    —Oh —musitó cuando por fin comprendió de quién ese trataba. Transcurrió lo que me pareció un minuto hasta que finalmente habló de nuevo—. Sé quien es. Su nombre es Justin, Justin Bieber. ¿Por qué? ¿Lo conoces?

    —No —mentí, aunque no era una mentira del todo: no conocía a ese chico..., nunca había hablado con él—. No le había visto antes.

    Eso sí que era una gran mentira.

    —Guapo, ¿eh? De los chicos más guapos que encontrarás por aquí. Pero, ¿quieres un consejo, Linsey? No deberías juntarte con él.

    Le pregunté por qué, pero la voz de Kayla apagó la mía.

    —¡Tucker! —gritaba hacia el cielo. Una nube de vaho salía de su boca. Sostenía un billete de cinco dólares en alto para que el chico al que estaba llamando pudiera encontrarla entre toda la multitud—. ¡Tucker! ¡Trae tu culo aquí!

    Una mata de pelo corto se hizo camino entre la muchedumbre, escurriéndose con agilidad entre los cuerpos mucho más altos y grandes que el suyo propio. Lo primero en lo que me fijé fue en su sonrisa torcida, que se agrandó en cuanto el chaval levantó la vista hacia Kayla.

     Ella apostó por alguien, pero lo hizo en forma de susurro así que el nombre permaneció en secreto. El enclenque de Tucker asintió mucho antes de guardar el dinero en uno de los muchos bolsillos de su gabardina negra. 

RECKLESS ( JUSTIN BIEBER. )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora