setenta y cuatro.

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«Tus ojos se me van de mis ojos y vuelven después de recorrer un páramo de ausentes», decía Miguel Hernández.

Tus ojos me absorben,
me atrapan,
me inundan,
me convierten en incendio forestal y en ceniza.

Tus ojos me llaman,
me matan,
me agarran,
me hablan,
me mienten y me sonríen.

Tus ojos me comen,
me lastiman,
me curan,
me cosen y me arañan.

Tus ojos verdes, infinitos, son la única constante en un mundo lleno de situaciones adversamente esporádicas.

Tus ojos verdes son la única verdad con la que predico desde que los observé detalladamente.

Cuando miro dentro de tus ojos verdes, el mundo, en su incesante traqueteo, se detiene.

Cuando miro dentro de tus ojos verdes todo lo que tengo se reduce a ti.

Cuando miro dentro de tus ojos verdes me doy cuenta de que ya no hay otra forma de mirar que no sea la tuya,
otros labios que me besen como tú.

Tus ojos me congelan,
me cautivan,
me secuestran,
me acarician,
me abrazan y me reconfortan.

Tus ojos verdes son toda la esperanza que necesito,
todas las ganas que tengo contigo,
todos los besos que me quedan por darte.

Tus ojos verdes son testigos del modo que tengo de mirarte,
y eso para mí ya es suficiente.

Tormentas y demás pensamientos de madrugada. Where stories live. Discover now